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A reacción

Excepto para pedir milagros en Fátima y Lourdes, ingresar duros especulados en la cuenta de Ginebra y visitar al Papa, la derecha española apenas se asomaba al exterior. Tampoco le hacía falta entonces el turismo ideológico. Todo lo tenía aquí.Siempre fue el viaje político asunto de la progresía. Desde los ilustrados deciochescos hasta los peregrinos de aquellos espejismos revolucionarios del sexagésimo superior.

Incluso el desencanto izquierdista tuvo sus repercusiones en el turismo; mejor dicho, aquello fue un continuo viaje, aunque de huida hacia los sagrados sures del Oriente, para olvidar los claveles de Lisboa, la comuna de París, los Jomeinis de la morería y otros años que fingimos vivir peligrosamente.

La izquierda española ha dejado de peregrinar por razón ideológica: No sólo no hay modelos exteriores, es que además tiembla cuando sus líderes carismáticos viajan al extran ero. En una incursión a la Alemania Occidental descubrió Felipe González el encanto complejo de los euromisiles, y en el reciente paseo por USA lo convirtieron a la secta de la OTAN.

Pero ahora le toca el turno vajero a la derecha. Los charters vuelan cargados de alegres y pulcros conservadores dispuestos a vivir sobre el terreno las no menos célebres contrarrevoluciones de la señora Thatcher, el señor Reagan o el canciller Kohl. Van con el mismo entusiasmo turístico que aquella progresía a Cuba, Argelia o Vietnam.

Y con los itinerarios memorizados. Excursiones en Londres al sector desnacionalizado y a las insólitas experiencias de privatización de la sanidad y la enseñanza; visitas al progresivo declive del poder sindical y a la liquidación de las reivindicaciones salariales; almuerzo con la resurgida moral victoriana y paseo nocturno por la caída en picado de la inflación a costa del desempleo. Y en USA, ya se sabe: manifestación antifemínista presidida por Phyllis Schlafly, mitin a favor de los Pershing 2, recorrido populista por el movimiento contra los impuestos, asistencia al espectáculo integrista del general Westmoreland y lectura colectiva de la Biblia en Silicon Valley. Algo que también recordarán toda la vida.

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