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Flemming Soerensen, el espía inventado

Corresponsal de un diario danés en la República Federal de Alemania, ha sido declarado inocente de las acusaciones de los servicios secretos

Las calumnias de una novia abandonada bastaron a la Oficina Federal para Defensa de la Constitución de la República Federal de Alemania (servicios secretos) para denunciar y llevar a la cárcel durante ocho meses al corresponsal danés Flemming Soerensen, de 52 años, bajo la acusación de espionaje. Un tribunal de Dusseldorf (RFA) sentenció ayer la inocencia por falta de pruebas del periodista, que había sido presidente de la Asociación de Prensa Extranjera en Bonn.

El caso Soerensen parece dar la razón a los. que afirmaron que el nombramiento del socialcristiano bávaro Friedrich Zimmermann (CSU) como ministro del Interior, y, por tanto, responsable de la Constitución, equivalía a "poner a Drácula de guardián del banco de sangre de la Cruz Roja".A fines del verano pasado, el periodista danés fue detenido bajo la sospecha de espionaje para la República Democrática Alemana. Eran los días que precedieron al cambio en Bonn y la llegada al poder del nuevo Gobierno de centroderecha. En un principio, todo parecía una maniobra para crear una especie de segunda edición del caso Guillaume, el espía que acabó la carrera del canciller socialdemócrata Willy Brandt. Soerensen era un corresponsal crítico con la RFA y vinculado amistosamente con varios políticos socialdemócratas.

Entre los elementos de sospecha de su actividad de espía figuraba el hecho de haber alquilado su casa de vacaciones en Dinamarca a un subsecretario de Defensa, prueba evidente de la inten ción de obtener secretos militares para pasarlos a la otra Alemania.

El factor desencadenante de la detención del periodista fue la denuncia de una novia yugoslava de 31 años, Nadia Dzafic, que había sido, abandonada por Soerensen, que prefirió casarse con una profesora danesa.

Expositores por espías

Los mejores especialistas del periodismo amarillo, al estilo Catalina Blum, se cebaron en la historia de Soerensen, a quien presentaron como un as amatorio que con sus artes seducía a las mujeres para sacarles secretos, que luego entregaba a sus jefes en Berlín Este. Todo esto basado en datos filtrados oportunamente desde los servicios secretos a la Prensa amarilla antes incluso de que llegasen a los abogados de Soerensen. Desde un primer momento, paralelamente al cambio de Gobierno de Bonn, la Prensa amarilla de la cadena Springer ya había condenado a Soerensen. Las acusaciones de la ex novia yugoslava eran increíbles para cualquier persona que no admita los trucos más baratos de las novelas malas de espionaje, pero bastaron a la Oficina Federal de Defensa de la Constitución para construir una denuncia que fue admitida por la fiscalía federal. Un juez instructor del Tribunal Federal, que destacó en los días de histeria posteriores a los atentados terroristas de fines de 1977, llevó la voz cantante en la acusación contra el corresponsal danés con el mismo celo con que en octubre de 1977 ordenaba incautarse de cartas que llegaban a corresponsales acreditados en Bonn.Entro las pruebas recogidas por los servicios secretos había. una foto de un "encuentro de Soerensen con sus jefes de espionaje". En realidad, se trataba de un grupo de expositores daneses en la feria del mueble de Colonia.

Así cayeron por su propio peso una tras otra las acusaciones contra Soerensen, hasta el punto de que hace días el mismo fiscal pidió la absolución, que ayer, viernes, confirmó el tribunal. A Soerensen le queda ahora un consuelo: podrá cobrar 10 marcos diarios (550 pesetas) por cada día de los ocho meses que pasó en la cárcel.

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