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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'oscar'

NUEVE VECES ha estado España a las puertas del Oscar, con películas no inferiores en mérito a la que ahora lo ha obtenido: Volver a empezar, de José Luis Garci. Hay quien ha señalado que era necesario que el régimen de Franco desapareciese para que una película española ganase un oscar: no hay que entenderlo sólo como una condición política o un bloqueo de prejuicios, sino como el hecho de que un cine ahogado o determinado por unas circunstancias podía estar cargado de símbolos, de claves o de sentidos especiales para los españoles, pero que no eran fácilmente interpretados por el espectador ajeno. El hecho de que el Oso de Berlín y el Oscar de Hollywood hayan premiado a dos películas españolas en muy poco tiempo podría indicar por lo demás que una producción cultural en libertad, hecha por una generación nueva, tiene más posibilidades de conexión y de apreciación por un mundo igualmente libre.Puede que sea demasiado pronto para emitir este concepto de generación pero se vislumbra, efectivamente, un grupo cultural, en torno a los 40 años, que no sólo en el cine, sino en la política o en el periodismo, en el ensayo y en la poesía, comienza a dar importantes frutos. Quizá sea llamada, alguna vez, y si la historia de España y las condiciones sociales lo permiten, la generación del cambio, y otros prefieren referirse a ella como la de los años sesenta. José Luis Garci ya señaló en algunas de sus películas -Asignatura pendiente o Las verdes praderas- la transformación de esta sociedad, la angustia y la soledad de sus predecesores inmediatos, la irrupción de unas formas nuevas de vida que estaban quemando los viejos monumentos de cartón con los que la inmovilidad del régimen anterior había hecho una escenografía. Sería interesante y deseable que saliéramos de los a veces heroicos esfuerzos individuales y aislados y se constituyera realmente un movimiento, una generación, un impulso que indicara la resurrección, con los moldes de hoy, de una cultura soterrada. Con toda la libertad que suponen estos movimientos, con relaciones inmateriales entre sus componentes, pero con una traducción real del mundo que representan. Un Ministerio de Cultura -cuyo ministro actual y la mayoría de su equipo pertenecen a esa generación- tiene mucho que hacer simplemente en el hecho de permitir que los soportes, los medios, las bases industriales y comerciales de esa cultura, obtengan las condiciones adecuadas para expresarse; y sabiendo que no es una política de premios -de brillo, de espectáculo- lo que tiene que fomentar, sino la creación de un espacio de libertad.

El oscar para Garci es por lo demás una satisfacción para todos. La fortuna, o la casualidad, el propio curso de los tiempos, han querido que directores españoles más importantes como Berlanga, Saura y el propio Bardem se hayan visto relegados por un realizador todavía menor. También es notable el hecho de que el más universal de nuestros cineastas, Luis Buñuel, recibiera la preciada estatuilla por una película realizada en francés. Esta es la primera vez en cualquier caso que un largometraje en castellano -de cualquier nacionalidad- recibe el premio de Hollywood. Doble motivo de satisfacción para José Luis Garci y mayor causa de meditaciones para la Academia que concede los premios, pues sin depreciar el mérito de Volver a empezar, hay que decir que la filmografía en nuestra lengua tiene obras muy superiores a la ahora galardonada, y guionistas y directores más cuajados. En cualquier caso bienvenido sea el premio, que repara en la persona de Garci las injusticias o carencias cometidas con los otros realizadores y que sin duda tiene una proyección específica cara a los castellanoparlantes de los Estados Unidos, y una justificación ideológica acorde con los sentimientos moderados de la Academia.

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