_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Hay que matar a B', una película maldita

De todos los cineastas del cine español, José Luis Borau es el más sorprendente. Director de dos películas menores (Brandy y Crimen de doble filo), más tarde superadas por Hay que matar a B, Furtivos y La Sabina), productor y guionista de películas insólitas (Un, dos, tres, al escondite inglés, Mi querida señorita y El monosabio), mecenas de un buen número de cortometrajistas y autor de un sinfín de anuncios televisivos, su carrera viene marcada por una rebeldía difícilmente calificable.Siendo un autor original, que busca en cada película su lenguaje preciso, es deudor del cine clásico norteamericano; pensando con libertad frente a cualquier sistema político, no ha colocado esa perspectiva en primer plano de sus obras; siendo un profesional con sabio conocimiento del oficio, cada una de sus películas se ha organizado como riesgo de principiante.

Hay que matar a B se emite hoy a las 21

35 por la primera cadena.

La película que hoy emite televisión fue la más larga de sus aventuras, a excepción, quizá, de la que acaba de filmar en los Estados Unidos sobre los indios urbanos, que le ha costado varios años de dedicación. Hay que matar a B tuvo problemas desde que se escribió el guión: "Fue un contrato de los argentinos", contó Borau al crítico Antonio Castro. "Reformamos el guión y pusieron el grito en el cielo. Intervinieron luego los americanos, pero jamás encontrábamos al actor: Robert Shaw no quiso esperar y Jason Robards tuvo un accidente".

Cuando la producción ya estaba ultimada, tuvo que ser retenida durante varios meses por enfermedad del director. Cuando estuvo terminado su rodaje, fue despreciada por la distribuidora española a pesar de su nivel de producción, similar al del cine extranjero (los cuatro actores protagonistas son figuras internacionales: Stephane Audran, Darren McGavin, Burguess Meredith y Patricia Neal). Se ocultó la película durante dos años, para estrenarse en Madrid en pleno verano.

La historia de Borau, Antonio Drove y nuestro compañero Angel Fernández Santos (retenido provisionalmente en la cama a consecuencia de un accidente de circulación, del que se recuperará en poco tiempo), se inspiraba en distintos géneros cinematográficos para unirse en sorprendente zig-zag: un eficaz sistema de alternar dialécticamente los distintos aspectos de la trama. No es Hay que matar a B una película lineal, sino el complejo resultado de una reflexión en la que Borau se plantea el contacto del hombre con su realidad.

El protagonista, emigrante húngaro en un ilocalizado país latinoamericano, se ve involucrado en una curiosa serie de problemas que le envuelven como tela de araña. Su desconexión con la tierra no depende de su calidad de extranjero sino del espíritu distanciado y frío con que contempla el entorno. El país de cada uno es aquel en el que se vive; al margen de lo que él crea, es partícipe de su realidad.

La fría disposición del protagonista hizo decir a algunos críticos que ese distanciamiento dependía realmente de Borau. En Cine para leer 1975, por ejemplo, Angel Pérez Gómez, tras señalar que se trataba de "un filme insólito en el panorama del cine español", comentaba que "Borau lo ve todo desde fuera" y tiene "un temor exagerado a inmiscuirse en la vida de los personajes y en la acción que protagonizan".

Tuvo poco éxito de público, aunque se destacó en el festival de Teherán de 1974 y fue premiada por el Círculo de Escritores Cinematográficos. Para Borau no habían terminado los problemas. Se estrenó Hay que matar a B en 1975, dos años después de Filmada y cuando el director combatía con la censura para conservar la integridad de Furtivos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_