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Tribuna:TEMAS PARA DEBATE / LA CRISIS DEL COMUNISMO Y EL PCE
Tribuna
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Sinceramente

Me piden una opinión sobre el futuro del comunismo en España y en Europa occidental. Tras catorce años siendo comunista activo y el año que ahora se cumple, desde que fui expulsado del Comité Central del PCE, dedicado a reflexionar sobre el tema, la tengo formada y voy a exponerla sinceramente.Primero, hay unos hechos. Desde 1945 hasta hoy se ha podido apreciar que aproximadamente la mitad de los ciudadanos de cada país europeo occidental son virtuales votantes de izquierda. De éstos, los que votan comunista -salvo en Italia- constituyen siempre una minoría, que es exigua en la mayoría de los casos y que ha ido disminuyendo a lo largo del período. En los países que han empezado a votar hace poco apuntan los mismos rasgos, en España claramente. Los casos finés y chipriota están en otros contextos (finlandización y clima de guerra, respectivamente).

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Segundo, la ausencia de otros hechos que permitan pensar razonablemente que lo anterior vaya a cambiar. Más bien al contrario, tragedias como la de Polonia o que los movimientos sociales más modernos discurran al margen de los partidos comunistas pueden reforzar la tendencia. Los planteamientos eurocomunistas no han tenido una proyección electoral marcada. El PCI subió antes de lanzar el concepto y bajó después. El PCF continuó bajando mientras habló de eurocomunismo. Y el PCE, primero, subió un poco, y después ha bajado en picado.

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Todo lo anterior permite una interpretación sencilla: los pueblos de Europa occidental poseen un deseo de liberación y transformación amplio y sólido, pero los partidos comunistas distan mucho, y cada vez más, de ser el instrumento adecuado para darle cauce.

Así, pues, relegados en el voto de los sectores sociales transformadores, atacados por las fuerzas conservadoras y amenazados de instrumentalización por la URSS, no es razonable pensar que los partidos comunistas puedan ser algún día fuerzas políticas de primera fila en las naciones europeas occidentales, y todavía menos en una Europa supranacional.

EI caso del comunismo italiano puede ser la excepción que confirme esta regla. No así el del PCF, pese a su presencia en el actual Gobierno de Francia, que se produce en su momento electoral más bajo y en condiciones de subordinación al PS. En cuanto al PCE, el horizonte de posibilidades que se le abre oscila desde la recuperación de la influencia que tuvo en 1977-1979 a situarse entre los abundantes partidos comunistas de Europa occidental, que son marginales, y cuyo exponente más positivo puede ser el partido comunista sueco.

Dado que los partidos comunistas encuentran su razón de ser en dirigir el cambio de sus sociedades, desde su propio punto de vista carecen de futuro.

A esta interpretación se le suelen hacer objeciones que conozco bien.

Primero, está la objeción tradicional: los partidos comunistas sí son los instrumentos más adecuados para la transformación social. Si no tienen más respaldo popular es porque la voluntad de transformación social de los pueblos europeos es realmente débil. Esta objeción, de ser cierta, niega toda posibilidad al comunismo en Europa occidental, salvo que avancen contra la voluntad popular, como las Brigadas Rojas. La cuestión es, ¿quién va a cambiar esa actitud popular?, ¿una crisis? Llevamos ocho años en una de gravedad sin precedentes y cualquier ascenso electoral comunista es excepción. ¿Algún factor exterior? El prestigio de la Unión Soviética en Europa occidental no ha hecho más que decaer desde 1945, y desde 1979 mucho más rápidamente.

Después hay otra objeción más moderna, que en esencia viene a decir: en Europa occidental, la voluntad popular de transformación social existe, aunque está mediatizada, y son precisamente los partidos comunistas los más capaces de despertarla y canalizarla si llevan a cabo en su propio seno los cambios adecuados. Ante esto pregunto: ¿por qué los partidos comunistas son los más capaces? Las respuestas suelen ser, básicamente, dos.

Primera respuesta: por su fundamento teórico marxista. El marxismo continúa siendo el más claro lugar de encuentro de todas las voluntades de transformación social. Mi opinión al respecto es que el marxismo clásico -el de Marx y Engels- hoy sirve más para interpretar el pasado que para transformar el presente. Precisamente por las profundas transformaciones que desde hace un siglo se han producido en el mundo y a las que no ha sido ajeno el propio marxismo, aunque hayan resultado poco concordes con los deseos de Marx -URSS incluida-. En cuanto al marxismo soviético, aunque se vista de teoría científica que denuncia las injusticias ajenas y define leyes objetivas del socialismo, es una ideología de defensa de intereses propios -como no podría por menos de resultar, según el marxismo clásico-. Quedan los nuevos desarrollos marxistas, que tratan de ceñir las realidades actuales; pero resulta que están surgiendo precisamente al margen de los partidos comunistas (excepción parcial hecha del caso italiano). Además hay otros planteamientos teóricos de transformación social no menos importantes que nacen fuera del campo marxista.

Segunda respuesta: por el arraigo de los partidos comunistas en la clase obrera. Me parece un criterio teórico correcto, pero no una realidad cierta para la mayoría de los partidos comunistas; en otros casos es un hecho equiparable o inferior al que pueden presentar los partidos socialistas y, si bien constituye una condición necesaria para la transformación social, en modo alguno es suficiente para garantizarla. Añadiré que si tratan de instrumentalizar políticamente su influencia sindical, los partidos comunistas no se fortalecerán, sino que debilitarán los sindicatos. Este tema se plantea con actualidad en España.

Pero todavía falta la segunda parte de la objeción, según la cual los partidos comunistas necesitarían desarrollar, en su propio seno, cambios. Mi pregunta en este caso es: ¿dónde hay un ejemplo con éxito de estos cambios internos? No lo hay. Aquí el PCI no es excepción, aunque está sabiendo discutirlo sin anatemas y admito que podría serlo. Mi experiencia frustrada tras haberlo intentado me mueve a ser escéptico. La amarga enseñanza del eurocomunismo español -el que parecía contar con condiciones más favorables- es que ha muerto porque le han matado desde dentro. Esto me hace pensar que los partidos comunistas son unas estructuras más capaces de autodestrucción que de autotransformación. Comprobar cómo se ha destrozado el PCE por no abrirse a unos mínimos cambios intemos confieso que ha sido para mí una experiencia definitiva.

Dicho lo anterior, podría poner punto final, pero quiero añadir unos corolarios para que nadie me añada después otros muy distintos.

Primer corolario: de la interpretación que he ofrecido se desprende que creo en la existencia de una voluntad popular de transformación social, de la que participo, por lo que me siento una persona de izquierdas. Se desprende también que ya no creo que los partidos comunistas sirvan, ni hoy ni mañana, para darle el mejor cauce a esa voluntad, y, en consecuencia, ya no me considero comunista.

Segundo corolario: de la interpretación que he ofrecido no se desprende que los partidos socialistas sean el instrumento idóneo. Desde luego distan mucho de haberlo sido, pues de otra forma, tras largas experiencias de gobierno en su haber, Europa occidental no estaría con millones de parados, llena de bombas nucleares, colonizada culturalmente y desentendida del Tercer Mundo. Hoy creo que son los que ofrecen la mejor combinación de quiero + puedo para enfrentarse con todo eso.

Concluyo. El declive del comunismo se explica por la evolución de sus rasgos básicos: el marxismo, la experiencia soviética y los instrumentos de acción -los partidos comunistas-. Lo que he dicho sobre cada uno de ellos creo que permite comprender cómo, a diferencia de lo que fue en su origen, hoy esa combinación de elementos no es ya capaz de conformar las ansias de liberación de los pueblos europeos.

Esta opinión no encierra ningún desprecio. Considero que la lucha de los comunistas ofrece un balance de generosidad y entereza humanas impresionante. Con partido o sin partido, las mujeres y los hombres que los han demostrado son de un valor muy estimable para sus pueblos. La experiencia de los Gobiernos comunistas -aunque en mi opinión no merezca el nombre de socialismo- es ya uno de los grandes capítulos de la historia. Como el que cubrió el imperio cristiano de los Austrias o el napoleónico, y también con su talón de Aquiles: en este caso, haber enfrentado progreso social y libertad. Simplemente opino que las siguientes páginas de progreso de la historia de España y de Europa occidental se escribirán cada vez menos con letra comunista. Y que las de Europa del Este puede que se escriban contra los partidos comunistas en el poder.

Son algunos partidos socialistas -entre ellos el PSOE- y un solo partido comunista, el PCI, los que están en condiciones de escribir esas páginas, aunque modestamente opino que no lo lograrán sin acometer serias renovaciones en su funcionamiento y concepciones tradicionales y compartir la tarea con otros protagonistas, como el pacifismo, el feminismo, los ecologistas y unos sindicatos verdaderamente independientes.

Confieso no saber si es mayor la probabilidad de que esto se logre o la de que las próximas páginas cierren el libro con una guerra nuclear. Pero de esta duda no se deduce ningún fatalismo -fatalismo hoy es dar por bueno ese riesgo-, sino la voluntad de trabajar -empezando por cooperar en España al éxito de la etapa que inauguramos, y aquí y en todo el mundo con los partidos de izquierda, los sindicatos y los movimientos sociales existentes-, para intentar que se sigan escribiendo páginas de progreso en nuestra historia.

Carlos Alonso Zaldívar es ingeniero. Expulsado del PCE.

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