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La aventura equinoccial, del autor peruano

A estas alturas no hace mucha falta recordar que la inmersión de Mario Vargas Llosa en la, creación teatral no es nueva para él. En sus prolegómenos literarios, en el escarceo prehistórico de Ja creatividad del novelista, se señala como una anécdota -no especialmente querida para el novelista peruano, por cierto la puesta en escena de una obra teatral, de corte argumental indigenista, titulada La huida del inca. La obra era un drama en tres actos, con prólogo y epílogo, y fue estrenada el 17 de julio de 1952, en el teatro Variedades, de Piura, según los datos que, de la mano de Luis Alfonso Diez, figuran en la biografía de Vargas Llosa escrita por el crítico peruano José Miguel Oviedo. Dice además Oviedo que el éxito de la obra, dirigida por el propio Vargas Llosa, duró lo que el tiempo de las fiestas en las que había sido estrenada.Treinta años más tarde se es trena en Madrid La señorita de Tacna, el primer texto teatral propiamente dicho de Mario Vargas Llosa. ¿Hay en esta nue va inmersión un retorno al pasado iniciático? Mario Vargas Llosa siempre ha asegurado que la novela, terreno oficial de este escritor, es un género aglutinante (narrativa, poesía, ensayo e incluso teatro); "un género invasor", en palabras del novelista, el más imperialista de todos los géneros literarios".

Extrañeza

El salto al teatro, el hecho mismo de escribir un texto como el de La señorita de Taena, extrañó a muchos de los estudiosos y conocedores de la obra y la personalidad intelectual de Vargas Llosa. Y a la extrañeza ha sucedido una realidad sorpresiva que supera todo lo esperado.

La señorita de Tacna pudo, empero, ser estrenada mundialmente en España, incluso antes de ser editada en libro. Tal, al menos, era la intención primera de Vargas Llosa. Determinadas circunstancias, respetos quizá exagerados por el montaje que la obra exigía o aquella desidia que suele engatillar los deseos de los más expertos y que muchos llaman crisis, hicieron imposible del todo la puesta en escena de La señorita de Tacna en España hasta ahora mismo.

La cala teatral de Vargas Llosa no parece ser flor de un día, sino aventura equinoccial de madurez de un autor cuya permeabilidad y conocimiento literarios no le impiden saltar con solvencia entre las barreras movedizas -y muchas veces artificiales de los géneros. Del texto narrativo -cualquiera- de Vargas Llosa al texto teatral de La señorita de Tacna no hay un cambio cualitativo. Había que esgrimir, pues, la teoría de los vasos comunicantes, en la que los géneros literarios funcionan autónomamente y sin encasillamiento alguno en la mente de los escritores maduros. Ficción, al fin y al cabo, La señorita de Tacna busca la expresión mágica del actor y la actriz, como medio necesario para llegar a un público que, atiende, en cierto sentido, a coordenadas intelectuales distintas a las del lector de novelas. Olvidadas las experiencias casi infantiles de su primer texto (tenía dieciséis años cuando escribió y estrenó La huida del inca), esta nueva empresa creativa de Vargas Llosa retuerce las esquinas más complejas de la madurez de un narrador consumado, un corredor de fondo cuya meta está siempre más allá del alcance de la mirada de la mayoría.

La hora del teatro ha tocado a la puerta del novelista. Tras La señorita de Tacna, la aventura equinoccial continúa con Catia y el hipopótamo, una nueva obra de teatro escrita durante su reciente estancia en Londres. La literatura -y todos sus géneros lo confirman- es ancha y ajena, como el mundo que se extiende en las ficciones literarias de Vargas Llosa. Los personajes y la trama de La señorita de Tacna no dejan lugar a dudas: el riesgo queda cubierto en esta aventura equinoccial por la rotundidad profesional del escritor, que penetra la literatura por encima de los géneros, sin romperla ni mancharla.

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