'Pequeñeces' llega a la pequeña pantalla
Pequeñeces, la novela del padre Coloma, despertó en su época un curioso escándalo entre la aristocracia alfonsina que rechazaba la presencia en el trono de Amadeo de Saboya porque muchos de sus personajes eran reconocibles en la vida real. El padre Coloma fustigaba su frivolidad relatando algunos casos auténticos que él conocía para deslizar, nada sutilmente, una moralina tópica y primaria.No le fue a la zaga Juan de Orduña, cuando adaptó la novela al cine en 1950; le importó más el mundo de los sentimientos que la crónica histórica. Hoy puede verse la película en el programa La clave de la segunda cadena.
El folletín pudo, con todo, convertir Pequeñeces en una divertida joya del género. Basando su trabajo en la histriónica interpretación de Aurora Bautista, el director subrayó con énfasis los momentos melodramáticos que, previamente, habían sido los únicos elegidos de la novela. Con un alto presupuesto construyó ampulosos decorados, contrató un exceso de violines y confeccionó un reparto en el que intervinieron los más populares actores del momento; entre ellos, cabe destacar como curiosidad la presencia del niño Carlitos Larrañaga y la de la joven promesa Sarita Montiel.
Sin embargo, la película puede llegar a asombrar, con el debido distanciamiento, por la corrección de la puesta en escena y la eficacia de los medios utilizados. Pequeñeces forma parte de un cine industrial que ya en España es imposible.
Obligada moraleja
El éxito de público que la película tuvo en 1950 cumplió lo exigido. Tenía mucho interés el régimen franquista en dar publicidad de nuevo el texto del padre Coloma porque coincidía con eI en su rechazo de la aristocracia y en la obligada moraleja que toda película española debía contener. La trágica historia de la frívola Curra Albornoz constituía una síntesis perfecta en la que no sobraban los momentos apasionados, el suspense y los grandes bailes; todo estaba mediatizado por la coartada cultural que suponía su origen literario.De ahí que al principio de la película se cite a Hamlet en su frase "Hay algo en Dinamarca que huele a podrido". A partir de ese momento la sonrisa está garantizada, y puede que hasta cierta admiración.
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