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Reportaje:

El esquí nórdico y los saltos, modalidades oscuras en alza

La derrota del sueco Ingernmar Stenmark ante el norteamericano Phil Mahre en la Copa del Mundo de esquí alpino acaparó la atención al finalizar, hace tan sólo unas semanas, la competición más popular e importante del deporte de la nieve. Sin embargo, cuando ya el elemento blanco desaparece -relativamente- con la primavera, resultaría injusto, una vez más, olvidar las modalidades nórdicas: fondo, saltos, biathlon -fondo y tiro- e incluso la combinada -fondo y saltos-. Las tres primeras, en busca de mayor publicidad, como la alpina, celebran ya sus respectivas copas del mundo. Aunque no tan conocidas, suman, en cambio, esfuerzo y riesgo en medidas igualmente meritorias.

Evidentemente, la extensión del esquí alpino, junto a su espectacularidad, le ha dado la primacía en los deportes de invierno. Pero conviene no soslayar a otras modalidades con razones más que sobradas y valorables para competir con la habilidad. Sin que a ellas hayan llegado aún los millones que ya se mueven alrededor del denominado circo blanco -de ahí las licencias «B», como la exigida por Stenmark, para poder seguir participando corno amateur, pero ganando dinero-, nadie les puede negar su atractivo.El esqui de fondo, por ejemplo, auténtico padre del esquí, como elemental medio de transporte utilizado en los países de nieve, reúne unas características que rondan el asombro. Aburrido a primera vista, tiene sobre sí -siempre al mejor nivel- la carga de los casi increíbles esfuerzos a realizar en pruebas de cientos de kilómetros. Si el deporte puede gustar como espectáculo vistoso, no menos en sus perfiles de aventura o de hazaña.

El biathlon, combinación del esquí de fondo y del tiro, recoge también la gran dificultad que supone compaginar un esfuerzo físico durísimo con el pulso firme en las paradas para efectuar los disparos. En cuanto a los saltos, tal vez los más conocidos, por las impresionantes retransmisiones ya clásileas de primeros de año desde Garmisch -aunque tediosas, a la postre al convertirse en un verdadero atracón por no tener medida, como casi siempre, Televisión- sí resultan de por sí más atractivos. Presentan un nuevo reto del hombre al riesgo de volar a veces cerca de doscientos metros con el débil equilibrio de un par de esquíes como único artilugio. Por último, la combinación de los saltos y una prueba de fondo, mezcla de elasticidad y potencia, en lo que se denomina combinada nórdica, es otra de las facetas, aunque tal vez la menos extendida, junto al blathlon. En cualquier caso necesita, como el resto de modalidades, unas capacidades de corte decathloniano dignas de admirar.

Sin embargo, todas ellas, quizá sabiendo que al limitar lo bueno siempre se hace algo positivo, no van ya por libre, con citas únicamente olímpicas, o mundiales, cada cuatro o dos años. Su extensión -aún limitada a los países de nieve- depende de ello. El fondo -y el gran fondo-, los saltos y el biathlon, tienen ya sus correspondientes copas del mundo, con calendarios de pruebas a lo largo de la temporada invernal, de cuyas puntuaciones parciales puede salir el más regular y verdadero campeón. Ya no existe sólo una prueba o algunas pocas, con lo que ello supone de soledad y falta de propaganda.

Gran fondo

En estas mismas páginas, hace poco más de un mes, quedó reflejada tal vez la prueba de fondo más famosa en el mundo del esquí: la Vasaloppet. Conmemorando una vez más -desde 1922- el hecho histórico de la huida del rey sueco Vasa de los daneses, en 1532, era la antepenúltima de la World Loppet 1980-1981, oficiosa Copa del Mundo del esquí de fondo en largas distancias. Entre los 12.000 participantes -que consumieron tres toneladas y media de patatas, dos de carne, otras dos de distintas verduras, 150 kilos de mantequilla, setecientos de queso y 9.000 litros de bebida, especialmente la famosa sopa de arándanos- ganó el local Sven-Ake Lundbaeck.Veinte días más tarde, al imponerse en la Birkebeiner noruega -también con base histórica, sobre 42 kilómetros-, el esquiador sueco no hacía más que confirmar el triunfo total en el equivalente blanco del posible campeonato del mundo de maratón de atletismo que actualmente se gesta. En éste se incluirán maratones ya clásicos, como los de Nueva York, Tokio o Boston, disputado este último anteayer, en su 85ª edición, con triunfo del japonés Seko, en el excelente tiempo de 2.09.26. estableció así, por un segundo, un nuevo récord de la prueba, que poseía, con 2.09.27, el norteamericano Bill Rodgers, ganador de las tres últimas ediciones, y q ue terminó tercero, a 1.08; Craig Virgin, que revalidó en Madrid su título mundial de cross, fue segundo, a un minuto justo; Seko dejó a ambos a tres kilómetros de la llegada, con un alcelerón irresistible, y se tomó así la revancha de 1979, en que Rodgers le superó precisamente a pocos metros de la meta. Curiosamente, pruebas de esquí sobre distancias similares se cubren por los ganadores en dos horas justas.

La World Loppet de la nieve comenzó ya su calendario de esta temporada con doble triunfo de Lundbaeck, que se impuso en enero en la Dolomitenlauf (Austria), de sesenta kilómetros, y la Marcialonga (Italia), de setenta. El 1 de febrero, en la Koning-Ludwing-Lauf (RDA), la más larga, sobre noventa kilómetros, se consideró a siete corredores primeros clasificados: Garanine y Jurasov (URSS), Kapeller (Austria), Knotten (Noruega), Kuosko (Suecia), Siitorien y Kinunen (Finlandia). El dominio de Lundbaeck se confirmó después con otras dos victorias: el día 15, en la Mouthe Transiurasiana (Francia), de 76 kilómetros, y el 21, en la Birkebeiner, norteamericana (Estados Unidos), de 55. Un día más tarde, el 22 el sueco Matti Kuosko ganaba en la Finlandia Hiihto, de 75, esta vez en solitario. Tras la Vasaloppet, y antes de la Birkebemer noruega, el norteamericano Bill Koch se imponía en el Maratón de la Engadina (Suiza), sobre 42 kilómetros más o menos la distancia atlética en dos horas y dieciocho segundos

Duelo URSS-Noruega-RDA

Mientras en el gran fondo -pruebas, además, populares- el dominio escandinavo, con la única inclusión del galo Pierrat, fue total en el fondo olímpico, es decir, en la Copa del Mundo, con pruebas de 15, 30 y 50 kilómetros -no abierta ya más que a los especialistas-, el duelo con la URSS se decantó ya del lado soviético. Alexander Zavialov, al conseguir un séptimo puesto en la última prueba de quince kilómetros, disputada en Whitehorse (Canadá), en el casi deshabitado Es tado de Yukón -que con 478.000 kilómetros cuadrados tiene únicamente una densidad de población de 0,04 habitantes por cada uno de ellos-, se impuso finalmente a los noruegos Braa y Aunli. Terminó con 139 puntos, por 137 y 126 de sus perseguidores. La ventaja, pues, fue mínima, después de ganar sólo una de las diez pruebas -dos de ellas, al menos, sobre treinta o cincuenta kilómetros, las distancias más largas-, de las que cada esquiador podía elegir los siete mejores resultados.En la copa femenina, en cambio, con pruebas sobre cinco, diez y veinte kilómetros, su compatriota Raisa Smetanina, con seis triunfos parciales, fue amplia vencedora, incluso antes del Final. Totalizó 178 puntos, por 153 de Berti Aunli (Noruega) y 130 de Kveta Jeriova (Checoslovaquia) -única que estuvo en la pasada Universiada.

Zavialov tomó el relevo de su compatriota Zimiatov, campeón olímpico en Lake Placid en treinta y cincuenta kilómetros, enfermo, y «obligó» así a los nórdicos a tomarse la revancha en los campeonatos del mundo de Holmenkollen (Noruega) el año próximo.

En biathlon, el duelo soviético-noruego tuvo de árbitros principales a los alemanes orientales. Uno de ellos, Frank Ullrich, se impuso, con 140 puntos, al soviético Aljabiev, 130 -sucesor de Tikhonov, figura sólo comparable a Al Oerter-, y a los noruegos Soebak, 128, y Kvalfoss, 120. Entre UlIrich y Aljabiev se reparten prácticamente -junto con el fisilandés Ikola- todos los títulos de diez y veinte kilómetros desde Lake Placid -olímpicos- y Lahti-81, el pasado mes de febrero -mundiales-. El tiro con carabina se efectúa cuatro veces en el recorrido, dos en posición de pie y dos tumbado, y los fallos suponen penalización de vueltas en el trazado.

En cuanto a los saltos, sin duda la especialidad más espectacular, la lucha planteada por los países nórdicos se concentra actualmente contra otro centroeuropeo: Austria. Al tener menos parte de potencia y mucha de habilidad y riesgo, la escuela austriaca, tan importante ya en el esquí alpino, no ha tenido problemas para serlo en los saltos. Una serie de trampolines magníficos, como los de Innsbruck o Bischofshofen -escenarios del famoso torneo de cuatro- permiten adomás la posibilidad de que se sucedan las figuras.

Hace poco tiempo había surgido Anton Innauer, que parecía predestinado a dominar la escena mundial largo tiempo. Tras una grave lesión por una caída, encontró dignísimos sucesores en Hubert Neuper, ganador el año pasado, y en Armin Kogler, vencedor en la reciente Copa del Mundo, aunque en lucha apretadísima con el noruego Ruud. Sólo cuatro puntos, 205 por 201, les separaron. Tercero, tal vez sorprendentemente por su juventud -es campeón mundial júnior-, aunque no tanto si se compara su audacia con la de sus colegas de descenso (Podborski, Murray, etcétera), fue el canadiense Horst Bulau. Cuarto, Neuper, y quinto -antes de otro noruego, Saetre-, el finlandés Puikkonen, ganador del Campeonato del Mundo de gran distancia o vuelo con esquíes, con saltos cercanos a los 180 metros y velocidades de salida de más de cien kilómetros por hora.

Precisamente la dedicación a este último campeonato -limitado, dado el riesgo- por parte de Neuper y Kogler permitió a Ruud, en una Copa del Mundo muy larga, quizá la más arraigada ya, con tres meses de duración y más de veinte pruebas, acercarse hasta el punto de casi conseguir el triunfo. Kogler, prácticamente, lo obtuvo en el último salto de Planica (Yugoslavia). Quince pruebas fueron en trampolín de noventa metros, y siete, en otros de setenta. A señalar que en estos trampolines los saltos rondan respectivamente, para los mejores, los 100-105 metros, en un caso, y los 88-95, en el otro. A ello hay que añadir la puntuación de estilo, que penaliza -como el tiro en biathlon- la distancia conseguida. La mezcla del máximo arrojo y la mejor técnica -mantener paralelas las tablas en todo momento, el cuerpo volcado sobre ellas, no tocar con las manos el suelo en la caída, etcétera- constituyen todo un espectáculo.

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