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El fútbol de EE UU tardará en dominar el mundo

La elección de Ronald Reagan nos ha privado de la irresistible ascensión de Henry Kissinger a la presidencia de la Federación Internacional de Fútbol. La reaparición de Kissinger en la política llenará de satisfacción a Raimundo Saporta, que podrá volver a ser llamado el Kissinger del fútbol español. Al menos no le caía mal la comparación cuando estaba en la casa blanca madridista. El brasileño Joao Havelange podrá respirar tranquilo en la FIFA. El fútbol del dólar, sin Kissinger, tardará en meter baza. Las multinacionales que lo dominan ahora son francesas.

Henry Kissinger descubrió la importancia del fútbol en el Mundial de Alemania. Desde entonces se convirtió en uno de los patrocinadores del balompié en Estados Unidos. Su influencia personal tuvo mucho que ver en el boom futbolístico EE UU. El propósito de Kissinger, al quedar en fuera de juego político, era catapultarse desde la federación estadounidense a la FIFA. Ahora, con el triunfo de Reagan, nos vamos a perder la revolución americana. Desde Estados Unidos íbamos a importar las majorettes a los campos de fútbol, que, visto el aburrimiento de muchas jornadas, podía ser un aliciente. En España tenemos el racial bombo de Manolo el de Huesca, y los norteamericanos iban a exportar la trompeta con los sones del Séptimo de Caballería, que da emoción a las gradas. En EE UU avisan de cuando los buenos le van a meter un gol a los malos, al igual que en el cine advierten de la matanza de indios.Aunque la Trilateral ya se ha merendado medio mundo futbolístico a través de las multinacionales, el empuje norteamericano podría resultar espectacular. Los franceses se nos han colado en todas las camisetas de los equipos de fútbol y apenas nos quedan cuatro con sus colores virginales. No ha hecho falta recurrir a los anuncios. Los equipos de fútbol, por medio de grafismos, anuncian cada tarde una determinada marca de camisetas o botas. Las multinacionales han transformado los símbolos. Hasta la selección nacional lleva una camiseta menos roja que antes. Y el Murcia, por poner un ejemplo, ya no luce el clásico pimentón huertano. Se ha transformado en colorante de supermercado de lujo.

Ahora que Kissinger se va a separar, al menos temporalmente, del fútbol, Jordi Pujol anuncia la ofensiva catalanizadora, lo que a nivel futbolístico podría interpretarse cómo el inicio de la ofensiva oficial contra José Luis Núñez.

La oposición a Núñez ha Comenzado a trabajar. Jaume Llopis, alto ejecutivo de una conocida multinacional, ya tiene a todo un equipo elaborando informes. Llopis y sus amigos preparan su asalto al poder en plan ejecutivos agresivos. Están haciendo un estudio del mercado barcelonista y hasta es posible que reúnan las firmas necesarias para poner a Núñez contra la pared. Falta saber si Pujol apoyará a este grupo, o pensará en Raimón Carrasco, de quien dice podría ser un buen presidente, a pesar de su experiencia junto a Montal.

Mientras las guerras del barcelonismo cobran cada día mayor virulencia, en Madrid hay quietud. El Atlético mantiene su primer puesto y el Madrid, con un equipo remendado, empató en Heliópolis. Pero los problemas madridistas no tardarán en producirse. Luis de Carlos anuncia que no quiere prolongar su mandato de cuatro años y ello, naturalmente, pondrá, dentro de poco, en movimiento a los aspirantes a la presidencia del Madrid.

El Madrid, hay que comenzar a pensarlo ya, se inclinará por el pacto antes de que se produzca la lucha electoral. A ser posible, se intentará colocar en cabeza a un hombre de la casa, que bien, podría ser Nemesio Fernández-Cuesta.

Con la sucesión de Bernabéu, Raimundo Saporta maniobró hábilmente para que no se produjera «el espectáculo de Barcelona». Estaba de moda el consenso y lo consiguió. Lo curioso de la oposición más o menos formal que tiene el Madrid carece de peso específico. Las elecciones serán fácilmente dirigidas desde dentro. Algunos de los que se hacen ilusiones no resistirán el menor análisis. Dicen que el ambajador Peña Abizanda prepara ya su equipo electoral.

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