_
_
_
_
_
Tribuna:LOS JUEGOS QUE PUDIERON SER
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La medalla española de piragüismo tampoco estuvo devaluada

Diez finales de atletismo pusieron ayer el «broche de plata» al «deporte rey» de los Juegos. No pudo ser de oro, aunque el nivel fue indudablemente magnífico -dos récords mundiales más superados- a causa de las ausencias. El boicoteo, que ha mezclado la política con el deporte, cuando en tantas ocasiones anteriores -y contrarias al sentido actual- habría tenido para hacerlo ha impedido contemplar la mejor cita olímpica de la historia. El futuro, salvo que la lamentable impresión causada por unos Juegos evidentemente devaluados, sirva de «revancha positiva» para el deporte, no parece muy halagüeño. En cualquier caso, el éxito español de ayer en piragüismo -que incluso puede ser mejorado hoy- sí volvió a ser de plata de ley.Diecinueve títulos se dilucidaron en la penúltima jornada de competiciones y prácticamente se repartieron entre el atletismo, diez, y el piragüismo, seis. En voleibol femenino, hípica -doma individual- y yudo, fueron los restantes. Resultó curioso que mientras en el atletismo las bajas volvieron a ser sensibles -salvo en disco femenino-, en piragüismo, lo que valoró al máximo el segundo puesto de Herminio Menéndez y Guillermo del Riego, en K-2, 500 metros, «estuvieron todos los que son».

Sólo hoy, en 1.000 metros, faltarán los nortiegos Rasmussen y Soyland, campeones mundiales en Duisburgo-79, y ello habrá que tenerlo en cuenta, hagan lo que hagan el propio Herminio y Misioné. Devaluará, de todas formas, mínimamente otro posible triunfo, pues el piragüismo español está entre la élite Ya desde hace años. Herrero, el «cerebro» asturiano de los éxitos en este deporte (empezando por «transplantar» a aguas tranquilas los muchos valores que sólo participaban en descensos de ríos) incluso ha acertado en la desaparición del K-4. Al haber problemas de lesiones y otros compromisos de los antiguos integrantes -aparte de Menéndez y Misioné estaban Celorrio y Díaz Flor-, prefirió abandonarel barco e impulsar los K-2. La mecanización de movimientos es mucho más fácil de conseguir en dos palistas que en cuatro, y Herrero sabía que, si la preparación no es «milimétrica», para una medalla -a lo que se debía aspirar ya siempre- hubiese sido el peor de los fracasos.

Aparte del piragüismo, ninguno de los restantes deportes que se decidieron ayer fueron «auténticos». En yudo, por ejemplo, aunque volvió a ganar en los sesenta kilos el francés Rey, ya campeón mundial en París-79, faltaron sus más peligrosos rivales: el coreano del sur Jong, subcampeón, y los dos medallas de bronce: el italiano Mariani -al ser militar, vetado por su país- y el japonés Moriwaki. En voleibol masculino difícilmente Japón, cuarto ya en Montreal-76 y fracasado en el último mundial de Italia, hubiese ganado, pero es un equipo tradicional que debiera haber estado en lugar de «rellenos» tan ridículos como Libia. Pero más grave aún fue que faltara China, gran revelación, vencedora ya en el último torneo asiático ante japoneses y coreanos del sur -cuartos mundiales, éstos, también ausentes-. En hípica, por último, la austríaca Elizabeth Therer fue a Moscú de forma «esquirolesca», en contra de todos sus compatriotas hípicos, que habían apoyado el boicoteo general de los países europeos, y ganó ante todos los jinetes «socialistas». Ya había sido campeona europea en 1979, en Aarhus, y era lógico su triunfo. Pero debió haber defendido su supremacía, por ejemplo, ante Christine Stuckelberger (Suiza), segunda entonces y campeona olímpica en Montreal, y Harry Boldt .(RFA), tercero, ausentes ahora.

Cuatro de las diez finales de atletismo disputadas ayer fueron de relevos. Mientras en el lado femenino la influencia de las bajas -como en todos los Juegos- hubiese sido inferior al masculino, en éste habría hecho cambiar de manos los títulos con toda seguridad. En 4 x 100 metros, Estados Unidos habría aspirado a la medalla de plata de mujeres, tras la ímparable RDA, cuyo equipo va a récord del mundo por prueba, pero en hombres sólo habría perdido por un imponderable. Tiene el récord mundial en 38.03 desde 1977 y su récord olímpico de 38.19 -era campeón desde 1960-Roma- en Munich, ni siquiera fue superado ayer por la URSS. Con cualquier equipo que hubiese presentado, dada la densidad de sprinters que posee, habría sido el candidato número uno al oro. Y todo esto sin olvidar a la RFA o a Canadá, también finalistas en potencia, como mínimo.

Volvió a faltar Rono

En 4 x 100, la teoría sería la misma. Incluso peor panorama femenino para los ausentes, pues en este caso tanto Estados Unidos como la RFA bastante hubiesen hecho con lograr la cuarta o quinta plazas. Pero en hombres las bajas habrían sido gravísimas. Estados Unidos, que posee el récord mundial aún desde México-68, en 2.56.01, podría haber bajado perfectamente de 2.58 en Moscú. Ayer ganó la URSS en más de tres minutos. Pero también la RFA, con varios corredores -y Schmid a la cabeza- capaces de bajar de 46 segundos, o incluso Kenia -con Muti, 45.21, y Monchellah, 45.38 el año pasado- habrían sido otros rivales.

Coe se tomó la revancha sobre Ovett, al lanzar su ataque desde más lejos que el día de 800 metros -que parece una distancia corta para sus posibilidades-, y entre ambos se interpuso el alemán oriental Straub. Eran los tres mejores, pero otro atleta de final terrible, el alemán occidental Weaainghage, 3.34.9, hubiera ensalzado la prueba. Incluso su compatriota Wulbeck -3.36.1 - y mucho más el mejor norteamericano actualmente, Steve Scott, 3.34.6 en 1979 y con un gran nivel en 1980. En 5.000 metros, Yifter hizo el doble (en sus últimos Juegos, casi con seguridad) y se unió así a los «legendarios» de la prueba. Su final posiblemente hubiese hecho los mismos estragos, pero nadie habría dudado de su éxito «total» en caso de estar Rono, el keniata, triple récordman mundial en 5.000, 10.000 y 3.000 metros obstáculos, al que las circunstancias ajenas al deporte no le dejan participar en las citas olímpicas. Tenía 13.8.4 Wessinghage, también en esta prueba, 13.19.8. El portugués Mamede, otro ausente, 13.20.0 Yifter tenía este año 13.16.4 Nyambui, 13.21.3.

La altura, para no variar, aunque tuvo un estirón más en el récord mundial -esta prueba, como la pértiga, parecen en una carrera desenfrenada hacia alturas increíbles- echó en falta a grandes figuras. Wessing, cocinero de profesión, el nuevo recórdman mundial de la RDA -otro saltador de estilo «fossbury»- fue seleccionado en el último momento para los Juegos, al saltar 2,30 en la segunda jornada de los campeonatos de su país. Era la cuarta mejor marca mundial de la temporada -aunque inferior al récord nacional de Rolf Beilschmidt, que aún mantenía 2,31 con estilo rodillo ventral- y ha dado ahora un titulo olímpico y un récord mundial a su país realmente inesperado. Mide 1,96 y pesa 84 kilos. Es de los últimos «ejemplares inmensos» del salto de altura, precisamente como el alemán occidental Moegenburg, gran ausente ayer y que tenía el récord mundial anterior junto al polaco Wszola en 2,35. Moegenburg era considerado por los técnicos como el saltador -altísimo y muy delgado- de más porvenir.

En la final también faltaron otros atletas de gran nivel: Woodard, el mejor norteamericano, con 2,32 este año -difícilmente, el pequeño Jacobs, 2,28 en 1979 solamente, o incluso Frazier, 2,29 este año-, y otros alemanes occidentales: Traenhardt, 2,31 este año, o Nagel y Schneider -sólo uno de los dos-, 2,30 en 1979. Demasiadas ausencias, como se ve, para incordiar a las medallas. En cualquier caso, Freimuth (RDA), el bronce, mejoró su marca, como Wessing -cuatro centímetros contra seis-, pues tenía acreditados solamente 2,27.

En la maratón volvió a ganar Cierpinski (RDA), como en Montreal, pero este año Bill Rodgers, (EE UU) considerado el mejor maratoniano del mundo -2.9.27.0 en 1979- tendría que haber confirmado al fin sus triunfos en Boston, Nueva York y otros «42,195 kilómetros clásicos». Cierpinski tenía acreditados en 1980 2.11,7.0; Nijboer (Holanda), plata ayer, la mejor marca este año, 2.9.1.0, y Dzumanazaurov 2.11.16.0.

En las dos restantes pruebas femeninas, sólo Mary Decker (EE UU), 4.0.2 en 1.500, habría podido intentar alguna medalla, pero no inquietar a la campeona Kazankina. En disco, cosa rara, nadie importante faltó. Tristemente esa fue la excepción en atletismo, como en tantos deportes de los Juegos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_