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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lo que pasa en Suecia.

DURANTE AÑOS, los suecos han podido enorgullecerse conrazón de mantener una floreciente minería del hierro conuno de los más altos niveles de salarios del mundo. Las constantes mejoras e innovaciones técnicas y organizativas hacían fácil lo que parecía imposible, y el mineral de hierro de un país con un altísimo nivel de vida y altos costes competía con los nuevos yacimientos de Africa e incluso del continente americano. Pero la ilusión acabó desvaneciéndose a medida que brasileños o venezolanos extraían sus toneladas de hierro a un coste inferior al sueco. Kiruna tuvo que ser subvencionada. El presupuesto de Suecia no sólo tendría que atender las solicitudes crecientes de un Estado muy atento al bienestar material de sus ciudadanos, sino que también debía acudir en auxilio de los sectores en crisis.Ahora acaba de quebrarse otro de, los grandes logros de la sociedad sueca: la ruptura del pacto social. Desde 1938, los empresarios y los sindicatos habían establecido un acuerdo que preservó a Suecia de las graves disputas laborales que habían desgarrado a otras sociedades industriales. Existió así una razonable armonía, sabiamente pilotada por los socialdemócratas keynesianos, gracias a la cual los empresarios dispusieron de una mano de obra disciplinada y los trabajadores se beneficiaron de un aumento continuado del producto y de un incremento en su participación. Y, sin embargo, la intensidad de los conflictos sociales ha alcanzado tales dimensiones en los primeros días de mayo que una conferencia internacional que debía celebrarse durante este mes en Estocolmo, sobre el famoso pacto social sueco, ha tenido que ser cancelada.

El primer síntoma de que las cosas estaban cambiando -quizá la crisis del petróleo agudizó el cambio- fue la pérdida de las elecciones en 1976 por parte de los socialdemócratas. Ya entonces la economía estaba dando muestras de desfallecimiento y, aunque el paro se mantenía a niveles prácticamente nulos, la cantidad de bienes y servicios aumentaba muy poco, y en algunos años, como en 1977, el producto nacional bruto (PNB) registró una disminución del 2,5%. La causa más importante de este bajo crecimiento procedía de una pérdida de dinamismo por parte de las exportaciones, motivada por una demanda exterior muy débil y también por una continua pérdida de competitividad de la industria sueca. Las autoridades compensaron esta situación estimulando la demanda interna a través de medidas fiscales. El problema de la falta de competitividad se agravó y aparecieron déficit. insostenibles por el lado de la balanza de pagos. Como diría el Fondo Monetario Intemacional, Suecia se adentraba en un proceso peligroso de deterioro de su potencial productivo, en el que el pleno empleo a medio plazo quedaba seriamente amenazado. La falta de competitividad general amplificaría los problemas de una serie de sectores industriales: acero, astilleros y textiles. El presupuesto del Estado tenía que cobijar a nuevos accidentados.

Ante las desfavorables perspectivas con que la economía intemacional ha abierto su puertas para éste y el próximo año, el Gobierno sueco -formado por conservadores y liberales- se ha planteado la acuciante necesidad de variar de política económica, con el fin de sanear las cuentas del sector público (con un déficit del orden del 11% de su PNB; en España estamos en un 2-3 %), tratar de promover la inversión privada (entre 1977 y 1978 ha caído en casi un 40%) y restablecer la competitividad del sector exterior. El éxito depende de modo esencial del resultado de la negociación salarial.

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El Gobierno, que no interviene en las negociaciones entre empresarios y sindicatos, aunque existen indicios de que unos y otros desearían verle sentado a la misma mesa, ha calculado que para desarrollar un programa de saneamiento las rentas salariales tendrían que sufrir una pérdida sustancial en su capacidad adquisitiva. La federación de trabajadores, la Landsorganizationen, ha pedido un incremento del 11,3 %, por encima del incremento esperado, del 11,7%, en el índice del coste de vida para este año. El Gobierno, por su parte, ha sugerido un aumento del 3%, más una serie de beneficios adicionales, incluida una reducción del equivalente al impuesto sobre el trabajo personal, que supone un 7-8% de aumento neto. La separación económica no es muy grande, pero los socialdemócratas han creído quizá que una prueba de fuerza de grandes dimensiones podría derrocar al Gobierno y han azuzado a los sindicatos. El resultado es que una cuarta parte de la población laboral está en huelga (el equivalente a unos 2,5 millones de trabajadores españoles) y que el país se encuentra prácticamente paralizado. Se almacena gasolina, alimentos y, de algún modo, se extiende la sensación de que el sistema social que fue la envidia de muchos está en bancarrota.

Es dificil aventurar cuáles serán las consecuencias, pero si el Gobierno se mantiene o de nuevo llega al poder la socialdemocracia, la única opción es aligerar un sistema de seguridad social y gastos gubernamentales que ni siquiera un país con una renta por habitante de 12.000 dólares (tres veces la de España), es decir, entre las más altas del mundo, se lo puede permitir. La crisis de la energía está llegando a todas partes, y quizá convenga insistir en la pregunta de si el tipo de consumo y de sociedad que tenemos es el más sensato para la nueva situación.

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