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Las colonias de la institución libre de enseñanza, en su segunda etapa

El pasado mes de agosto, la corporación de Antiguos Alumnos de la Institución Libre de Enseñanza ha organizado una colonia de vacaciones, a la que asistieron 31 niños (entre niños y niñas) en edades comprendidas entre los siete y los once años. Las que firmamos este artículo fuimos encargadas por la corporación de la organización de esta colonia.Las colonias infantiles de vacaciones fueron una de las innovaciones que introdujo la Institución Libre de Enseñanza en la vida española. Estas colonias, que se iniciaron en el año 1894 y no se interrumpieron hasta 1936, por motivos de sobra conocidos, tuvieron su emplazamiento en San Vicente de la Barquera, bellísimo rincón de la provincia de Santander. Las colonias se idearon, en primer lugar, buscando el fortalecimiento físico de los niños y al mismo tiempo, para desarrollar unos principios educativos renovadores. Estos principios estaban encaminados sobre todo al descubrimiento o a la puesta en práctica de unos valores ignorados u olvidados: la convivencia afectuosa, el respeto humano, el cuidado en los modales, el goce de la naturaleza y del arte, etcétera.

Han sido varias nuestras intenciones al iniciar en 1979 esta que podemos llamar segunda etapa de las colonias de la Institución Libre de Enseñanza:

En primer lugar, nos pareció un buen punto de partida para reanudar unas actividades pedagógicas interrumpidas durante tantos años y, al mismo tiempo, para poner a prueba los principios que forniaron el espíritu de la Institución y que hemos procurado mantener en esta colonia. Consideramos además que los niños de ciudad siguen necesitando hacer vida sana, descubrir y apreciar la naturaleza y estar en contacto con ella.

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Todo esto nos lanzó a la aventura, que presentaba muy serios problemas: el primer obstáculo era que no teníamos casa para albergar la colonia, sin lo cual la experiencia era irrealizable. Esto lo resolvió generosa y fraternalmente la Fundación Sierra Pambley, que acondicionó y cedió para la colonia una de sus casas en Villablino, en un hermoso paraje de la montaña de León. El mantenimiento de la colonia se ha sufragado siguiendo la tradición institucionalista, con las aportaciones de miembros de la corporación, de la Fundación Francisco Giner, de todos los amigos y simpatizantes atraídos por nuestra iniciativa y con las cuotas de cinco de los niños que asistieron a la colonia, de familias allegadas a la Institución.

Otra de nuestras grandes preocupaciones era cómo formar el equipo de profesores para esta experiencia: el grupo de jóvenes de Madrid y Barcelona, que ofrecieron generosamente su tiempo y su entusiasmo, han hecho posible la realización de la colonia. A ellos y a las dos personas auxiliares, que también colaboraron con cariño y eficacia, debemos nuestro mayor agradecimiento.

Desde el primer momento, los niños, procedentes de ambientes dispares, han respondido con entusiasmo y se han entregado con alegría a todas las actividades propuestas: juegos en el prado, excursiones, carpintería, pintura, trabajos manuales, canciones, ejercicios corporales, representaciones, etcétera. Los niños de medio urbano han vivido en el campo y casi lo han descubierto: algunos no conocían el mar; muchos no tenían la más elemental idea de los órdenes animales ni distinguían un árbol de otro; tampoco sabían cómo es una central eléctrica ni habían visto ordeñar una vaca; no se les ocurría fijarse en la belleza de un paisaje, o de una obra de arte, o de las flores silvestres.

En los bellos parajes de la montaña de León, entre juegos y canciones, los niños han aprendído con alegría a gozar en comunidad de muchas de estas cosas, y creemos que el grupo ha logrado con bastante buen resultado uno de los juegos más atractivos y dificiles de la vida: el de la convivencia a través del mutuo respeto y del afecto.

Elemento muy importante para el feliz desarrollo de la colonia ha sido la hermosura del paisaje leonés de Villablino. Sus habitantes guardan un profundo recuerdo de cariño y gratitud a la Fundación Sierra Pambley y a la figura de su fundador, y los que hemos ocupado durante tres semanas su casa hemos tenido la fortuna de recibir estos sentimientos de simpatía y hemos encontrado colaboración espontánea y generosa, en muchos y variados sentidos, entre las personas que nos rodeaban: desde el niño que nos servía de guía en los paseos por el monte o los que compartían los juegos y actividades de la colonia, hasta los amigos que continuamente nos rodearon con su ayuda y sus atenciones.

La experiencia ha sido apasionante. Hemos comprobado que el sentido pedagógico y vivencial que la Institución Libre de Enseñanza dio en sus colonias y en la propia escuela continúa vigente e incluso parece especialmente necesario en el mundo actual, en que la violencia o la ignorancia de los demás se convierten en normas de vida. Las observaciones realizadas, la respuesta de los niños a las formas de vida propuestas, las necesidades educativas del momento son estímulos que nos animan a continuar con la labor siempre que podamos contar con el apoyo y la colaboración de personas que compartan nuestras aspiraciones e ideales.

Desearíamos que esta experiencia despertara el interés de los jóvenes que sientan inquietudes ante los problemas educativos para darles ocasión de participar en la fascinante experiencia de nuestras colonias infantiles

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