La naranja como símbolo
Como casi todos los españoles, y a estas alturas, seguro que buen número de extranjeros conocen la mascota-símbolo «oficial» del Campeonato del Mundo de Fútbol a disputar el año 1982 en España. Se ha desatado a su costa un buen revuelo. Y con razón.
Yo no tengo nada en contra del «mamarracho», ¡qué culpa tiene él!, ni de su autor, que hizo lo mejor que supo, ni siquiera de la agencia que lo presentó a concurso. Del jurado, depende. Depende de lo que ofrecieran el resto de los trabajos. Ahora bien; hay dos preguntas que hacerse: 1. ¿Es posible que doscientas agencias de publicidad españolas, con más de seiscientos trabajos presentados, hayan sido incapaces de ofrecer algo mejor que el ramplón El Naranjito?; y 2. Si, como es presumible, había trabajos mejores, ¿qué representatividad y qué derecho asistían a un jurado tan inepto, en ese caso, para elegir un símbolo que va a dar la imagen al mundo de lo que España es capaz de hacer en el terreno de la creatividad publicitaria?
Como profesional de la edición y buen conocedor del ámbito publicitario, me resisto a admitir que no hubiera creaciones de más entidad, incluso en el círculo reducido a las agencias que determinó el concurso. De haberlas, creo que la cosa es sencilla de resolver: vayamos a una nueva elección, sin necesidad de convocar nuevo concurso. Que se publiquen todos los trabajos presentados a éste y que un jurado de amplia y contrastada representación profesional elija. Y si no las hay, que se convoque un nuevo concurso. Abierto. No es tan difícil. Creo que incluso la West Nally lo aceptaría, porque, aunque a ellos les dé lo mismo que el prestigio de la capacidad imaginativa y creativa de los españoles esté, en cierto modo, en juego, es casi obvio que un mejor símbolo les daría mayores beneficios, y total, por el milloncejo que les cuesta... Pero ese es ya otro tema; el inmediato debe ser el de la sutitución de El Naranjito, ¡pobre!, por algo mejor.