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Canarias-Gobierno: una indiferencia recíproca

Juan Cruz

La indiferencia que los canarios sienten hacia el Gobierno de Madrid es recíproca. La referencia del último Consejo de Ministros, dedicado pomposamente a estudiar y resolver los problemas del archipiélago, demuestra que de nada sirven los viajes del presidente. Adolfo Suárez no captó en su reciente excursión triunfal por las islas el verdadero trauma de Canarias. El vacío político, agravado por la ausencia de un proceso autonómico coherente, está en el fondo de la crisis que padece hoy la deprimida sociedad insular.El índice de propósitos del último Consejo de Ministros se da de bruces con los resultados. El Gabinete se reúne para «procurar que la prosperidad de la región canaria sea compatible con el desarrollo equilibrado de todas sus islas», y luego decide que la inversión principal se destine a una base naval sobre cuya oportunidad hay polémica en el archipiélago, cuyos habitantes debían ser los que, a través de los órganos de autonomía indispensables, consientan una construcción de este calibre.

Veintiocho mil millones de pesetas -la inversión que anuncia el Gobierno- parecen muchos miles de millones. En Canarias ya se atiende poco a la retórica del dinero, que en este momento ha sido utilizada por el Gobierno como el elemento más eficaz de una gran política de relaciones públicas que pretende tener alcance internacional.

La indiferencia que los canarios han mostrado ante esta supuesta inversión sensacional se produce en gran parte porque en las islas se sabe que muchas de las obras que el Gobierno anuncia ya estaban presupuestadas e iniciadas, en algunos casos gracias al dinero de las corporaciones locales.

Indiferencia centralista

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El Consejo de Ministros no es muy sensible a la psicología del canario. Tampoco le preocupa. Prefiere aumentar la plantilla de las comisarías o construir una nueva cárcel en Gran Canaria antes que dar una explicación formal y pública del pensamiento del Gobierno ante el proceso autonómico iniciado y truncado en las islas por la propia indiferencia centralista. A la Administración le interesa la descentralización de la burocracia estatal, que tiene dispuesta en las islas, y para ello dota de nuevos funcionarios a sus organismos, pero olvida sin verguenza los deseos de autonomía de una de las zonas de España que de manera más urgente precisan de este sistema de autogobierno, que se le niega con descaro al insular.

Por supuesto, ni el Gobierno, ni el partido que lo sustenta, son los culpables únicos de la confusión que ha rodeado el proceso preautonómico canario, porque los políticos insulares también han contribuido a dramatizar esa ceremonia. Pero sí son culpables los órganos principales del ejecutivo de mostrar una indiferencia total hacia la junta preautonómica, que, al menos con ese nombre, viene existiendo en las islas. Si al Gobierno no le complacen la estructura y la significación de esta junta, debe procurarse medios para decirlo. Convocar un Consejo de Ministros sobre Canarias y olvidarse del vacío político del archipiélago es una muestra del desinterés con que Madrid sigue contemplando las necesidades fundamentales del archipiélago. Al eludir esa cuestión principal, el Consejo de Ministros ha dado una prueba de cuál es el criterio con que se siguen en este país los problemas de los pueblos que lo componen. El paternalismo sustituye al análisis serio y responsable de las circunstancias en que esos pueblos viven. Adolfo Suárez y su equipo creían que los canarios iban a saltar de júbilo cuando la prensa titulara con la retórica del dinero. Tantos años de pobreza económica y política no se remedian de la noche a la mañana gracias a la lluvia de calderilla. Si no se da prisa el Gobierno, a esta lluvia de calderilla desprovista de sentido político puede seguir, cuando menos se espere, un. diluvio de cualquier otra naturaleza.

Parece que este Consejo de Ministros extraordinario no quiso parar las lluvias políticas que se le avecinan a Canarias y que en Jartum, dentro de un mes, comenzarán a formarse de nuevo, cuando los países africanos consideren otra vez las tesis defendidas por el MPAIAC sobre la identidad insular. Lo único que quiso demostrar ahora el Gobierno de Madrid es que con una inversión económica se ahuyenta un problema político. La demostración de que esto es un error no tardará nada en producirse.

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