La muerte de AIdo Moro
El señor Silvio Vélez, en su carta aparecida el 23 de mayo, afirma, con motivo de la trágica muerte del estadista Aldo Moro, que «resulta vergonzoso, cobarde, sin justificación razonable posible el proceder de las autoridades italianas».Según este lector vuestro bastaba proponer a las Brigas Rojas el cambio de la vida de Moro por la vida (que no la libertad) de los trece terroristas detenidos.
Evidentemente el señor Vélez no es conocedor del hecho de que en Italia, desde hace muchos años, ha sido eliminada la pena capital, de manera que las Brigadas Rojas sabían con toda seguridad que sus compañeros detenidos, cuyo proceso se sigue en Torino, y que se desarrolla con la más amplia legalidad, sufrirán (lo más) una condena de detención.
En contrapartida, un tribunal secreto e ilegal ha sentenciado a muerte a un prisionero que tampoco tuvo el derecho de nombrarse un defensbr.
Por consecuencia, el Gobierno italiano no podía ofrecer lo que el señor Vélez ha propuesto, y de igual manera todas las autoridades italianas, en el caso Moro, han demostrado firmeza y dignidad, sacrificando uno de los más prestigiosos hombres del partido católíco, rehusando, como lo hicieran otras naciones en semejantes casos, una permuta intolerable.
Si su lector piensa que tal proceder resulta vergonzoso, cobarde y sin justificación, me permito llamar su atención sobre el resultado de las eleciciones que se han tenido el 14 de mayo en unas ciudades italianas, en que el pueblo italiano hademostrado su aprobación al proceder de sus autoridades, que no han tomado en consideración una indigna propuesta.
