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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Franco y el Plan Marshall

EL DEPARTAMENTO de Estado norteamericano hace ahora públicos los documentos secretos de la postguerra mundial. Entre ellos, los que se refieren a España, al aislamiento diplomático del general Franco y a la repercusión que produjo en su régimen la derrota de los fascismos. La Administración norteamericana tiene el buen criterio de hacer pública toda la documentación reservada, transcurrido un plazo -entre diez y treinta años, según los casos- tras el cual el levantamiento del secreto no perjudica los intereses de Estado.Así, la historia se abre paso. Y ahora, de modo sorprendente, por lo que se refiere a España. El régimen de Franco ha constituido uno de los casos más notables de imposición de la propaganda sobre la realidad de los hechos. Las versiones oficiales empiezan a desplomarse, como piezas de dominó, una tras otra. Y los españoles se encuentran con que la historiografía del franquismo resulta tan efímera como su política: la ficción apenas ha sobrevivido un año a la muerte del dictador. Así como los fundamentos, permanentes e inalterables, del régimen nacionalsindicalista están desapareciendo por el sumidero, así también se derrumban las versiones oficiales de lo ocurrido en los cuarenta últimos años. Vinieron primero los memorialistas: Gil, Robles de un lado, y el secretario particular del Caudillo de otro/, se encargaron el año pasado de revisar, con sendos diarios, la versión admitida. Fueron dos confesiones demoledoras. Este verano surge el testimonio de otro testigo de excepción, Serrano Suñer, que demuestra, entre otras cosas, la actitud pro alemana del Generalísimo, durante la guerra, y sus deseos de romper la «no beligerancia» española tan pronto como la situación interior lo permitiera.

Ahora, los documentos secretos de la diplomacia norteamericana revelan dos grandes novedades. De un lado se descubre cómo el general Franco no quiso aceptar la ayuda occidental que hubiera contribuido a paliar el subdesarrollo español durante dos décadas. De otro lado se explica cómo don Juan de Borbón trató de poner final sistema franquista para propiciar un sistema democrático; y cómo, entre otras gestiones diplomáticas, advirtió, respetuosamente, al papa Pío XII sobre las eventuales responsabilidades de la Iglesia católica ante una actitud de apoyo a la dictadura.

La versión oficial en ambos temas era enteramente distinta. De un lado se pretendía que nuestro país se defendía, con heroísmo numantino, frente a un cobarde cerco exterior. Pero la verdad es que en varias ocasiones las potencias occidentales trataron de cooperar con España, sin resultado. Franco prefería mantener el control total de la situación interior, con un sistema autárquico con pan negro, racionamiento, vigilancia policial y subdesarrollo. El subdesarrollo español se prolongó hasta los años sesenta, y una extensa capa del país tuvo que sufrir, en penurias materiales y culturales sin cuento, las consecuencias del mantenimiento de la dictadura.

El régimen del 18 de Julio, se ha dicho con frecuencia, carecía de ideología. Franco combinó un complicado sistema de imposiciones por la fuerza y oportunismos al margen de todo supuesto doctrinal. Algo de esto debió ocurrir, si se observa el carácter errático del sistema, que pasó de la autarquía de Suances al sistema de casi total dependencia del exterior -en materias primas, tecnología y armamento, sobre todo-, propiciado p9r los equipos de tecnócratas que condujeron el desarrollo gracias a esta dependencia. Dé ahí las dificultades para que España salga de la crisis, determinadas por este desarrollo tardío y alienado, cumplido en los ocho lustros de la dictadura.

Es de esperar que los archivos oficiales españoles se vayan abriendo al público también, pues se confia en que España pueda completar las revelaciones norteamericanas. Y de esta manera dar a conocer al pueblo español la auténtica realidad de su pasado inmediato.

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