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El Atlético venció al Betis sin problemas

El Atlético sigue firme y en línea dé campeón. Ante el Betis hizo un partido tranquilo, con seguridad atrás y acierto en el remate. Encarriló rápidamente el triunfo, y en la segunda parte se entregó en brazos de la comodidad, por lo que el espectáculo quedó reducido a los rasgos exhibicionistas de Pereira. El Betis siempre estuvo por debajo del Atlético y no inquietó.La facilidad de remate fue lo más destacado en el Atlético en su partido contra el Betis. Facilidad que no hay que achacar a la suerte, sino a la claridad de ideas con que juegan la mayor parte de los componentes del equipo en estas fechas. El Atlético ha alcanzado un excelente punto de juego, con seguridad, suficiencia física y un completo entendimiento entre las líneas. Su fútbol, el domingo, no se produjo de una forma continua, pero sus chispazos aislados fueron lo suficientemente brillantes como para atravesar con facilidad la defensa del Betis. El primer gol, en el minuto ocho, fue una clara exposición de ello. Ayala recibió un balón de Rubén Cano y, al primer toque, lo picó hacia adelante, donde Rohi lo recogió, completamente solo, y marcó con tranquilidad.

El Betis había salido con aires de equipo contestón. No se echó atrás, sino que se dispuso a jugar de tú a tú al Atlético, con tres centrocampistas: López, Muhren y Cardeñosa, preocupados por la construcción, y tres delanteros en línea: Garcia Soriano, Megido y Gordi-

El Atlético venció al Betis sin problemas

llo, en permanente misión de ataque. Megido lucía su calidad renacida, pero hacía un juego en exceso individual. No obstante, su hábil e inteligente concepción del juego fue, como se esperaba, lo que más inquietó al Atlético, y llegó incluso a forzar, al comienzo de la segunda parte, el cambio de su marcador, Benegas, que lo estaba pasando bastante mal, por Eusebio. A su derecha, García Soriano hacía un juego bastante anárquico; a su izquierda, el joven Gordillo resultaba una inutilidad. Acaso no sea mal jugador, puesto que Iriondo le prefiere a un hombre tan valioso como Anzarda, pero el domingo fue un desastre. Jugó despistado y se mostró torpe. En una ocasión, hasta se dejó regatear por Reina junto al banderín de córner, en una descabellada y absurda acción del meta, que no resultó cara de puro milagro.Por todo ello, no era extraño que el juego del Betis no resultara excesivamente amenazador para el Atlético, a pesar de la buena voluntad atacante. El Atlético se movía con tranquilidad y confiaba en esos goles de inspiración para hacer sus goles. A la media hora de juego conseguía el segundo. A los pocos minutos de la continuación, el tercero. Un tercer gol que vino a relajar completamente los ánimos del Atlético, y que entregó a sus jugadores al sesteo. Algo que hay que disculpar, porque el Atlético ha vivido unas semanas intensas, y muchos de sus hombres están deseosos de descanso. Ello produjo que la segunda parte se viniera abajo como espectáculo, y sólo Pereira salvó la diversión. Pereira, para el que parece que nunca hay mucho trabajo, trató -y lo consiguió- de alegrar la tarde a la afición con algunos alardes técnicos brillantísimos, en los que arriesgó mucho, pero de todos los cuales salió airoso, y consiguió levantar merecidísimas ovaciones. ¿Exhibicionismo? Quizá. Pero el fútbol es espectáculo, y el riesgo de que el partido se escapara era inexistente, dados los tres goles de ventaja y la poca peligrosidad del Betis. El equipo andaluz conseguiría, cerca del final, un solitario gol a través de un penalti un tanto cogido por los pelos. El Atlético pagaba así un poco su comodidad del segundo tiempo, pero tampoco se trataba de golear, sino de mantenerse en cabeza y con la ventaja renovada, como así fue.

Lo cierto es que el Atlético, no decepciona ya cada dos por tres, como era su costumbre y aguanta el tipo de su fama de irregular con una fuerza envidiable. El espía de turno enviado por el Hamburgo, próximo rival del Atlético en las semifinales de la Recopa, se habrá llevado una buena impresión del momento atlético. La cuestión está ahora en que no aparezca ese «pupas» de otros tiempos.

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