Gigantesco Messi
Alrededor del delantero argentino, autor de un gol y asistente de Luis Suárez en el segundo, el Barcelona remontó en la segunda parte un partido dominado al inicio por el Sevilla
Messi se la tiene jurada al Sevilla —ya van 27 goles en 29 partidos del 10— y el Barça se siente capaz de cualquier cosa con Messi. No hay jugador en el mundo que tenga un efecto tan categórico sobre un partido, sobre un contrario y sobre el propio equipo que Messi. El argentino fue The Best y también el Balón de Oro, un jugador universal, único en el caliente y hasta ayer invicto Sánchez Pizjuán. El delantero protagonizó un partido monumental ante el ambicioso Sevilla. Reventado, el equipo de Sampaoli solo claudicó ante el 10, redentor del Barça, un plantel de momentos más que de partidos, de nuevo irregular, camaleónico, capaz de lo mejor y lo peor, encadenado a la mejor versión de Messi.
El Barça no sabe muy bien qué hacer cuando calienta Messi y comienza el partido, a mitad de camino de no se sabe dónde, dispuesto en cualquier caso a sobrevivir en la adversidad, como hacía en sus tiempos de jugador Luis Enrique. Ha perdido fútbol, no controla el juego y a menudo se entrega a la ley del rival, una concesión muy grave si se trata del Celta, del City o del Sevilla, equipos bien definidos que presionan bien y cuya confianza contrasta con la inestabilidad del Barcelona. Los azulgrana parecían espantados nada más pisar el Sánchez Pizjuán, perdían la pelota tanto en las zonas blandas como en las de riesgo y aceptaban el intercambio de golpes porque suponían que Messi, Luis Suárez y Neymar son mejores que cualquier delantera, incluso la dispuesta por Sampaoli. El argentino formó con cinco atacantes, confiado en el punto de fiebre de su equipo, en el factor campo, en la excitación de la hinchada y en el dulce momento del Sevilla. Había llegado el día de tumbar también al Barcelona.
El optimismo andaluz contrastaba con la depresión del Barça. Las llegadas del Sevilla enfilaban siempre a Ter Stegen y las azulgrana no cuajaban ante Sergio Rico, espléndido por otra parte en un tiro de Suárez. No atinó el uruguayo y por el contrario acertó Vitolo, habilitado por Sarabia después de una transición fallida del Barça. El Sevilla defendía con tensión y el Barcelona ni abría ni cerraba, expuesto y vulnerable, sorprendentemente torpe en el pase, incapaz de combinar, reiterativo en el error y el pelotazo, sometido por el vitalista Sevilla.
Partido roto
Jugaban los locales como un equipo excitado y organizado, por encima de los barcelonistas, que se estiraban de forma discontinua, a veces en estampida y en ocasiones a partir del tridente, siempre entregados a Messi. El Barça pasó un rato muy malo hasta que marcó Messi. La victoria parecía tan franca para el Sevilla que Sarabia y Vitolo marraron dos tiros sencillos ante Ter Stegen. Aunque el cuero iba y venía, el gol solo rondaba el área del Barcelona. A falta de Piqué, achicaba Umtiti y sin Iniesta temblaba Rakitic. Denis Suárez, en cambio, asomó en una contra iniciada por Sergi Roberto y que remató Messi después de la asistencia del valiente Neymar. El gol encendió a Denis Suárez y sobre todo a Messi.
El Sevilla se enrabietó y regresó a la cancha después del descanso con la intención de arramblar al Barça. El partido se rompió y las oportunidades se sucedieron en las áreas de Sergio Rico y Ter Stegen. El escenario se puso progresivamente a favor del Barça ante la fatiga del Sevilla. Los muchachos de Sampaoli cedieron en la presión y dieron aire a Denis Suárez. A partir, sobre todo, de las intervenciones del volante, Messi tuvo hasta tres remates francos frente al marco del Sevilla. Los azulgrana se encadenaron al 10. Hubo un momento en que la victoria pasó a ser una cuestión personal de Messi. O marcaba o no habría triunfo del Barça. Hasta que el propio Messi decidió asistir a Luis Suárez. Alrededor de Messi se creció el Barça, que rompió a jugar, más compacto y mejor puesto, tal que fueran una unidad, y también más agresivo, intenso y virtuoso, falto solo de pegada, negado por Sergio Rico, el mejor de un irreductible Sevilla.
El arrebato andaluz exigió una defensa numantina de Umtiti y el liderazgo de Messi en un final bonito y emocionante en el Pizjuán. Ocurre que el 10 había decidido que el partido era suyo para desdicha del Sevilla y suerte del Barça, que tiene tiempo para sufrir, aguantar y crecer como equipo, agarrado a la zamarra del Messi.
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