Las contradicciones de Villar en la UEFA
El programa con el que el presidente de la FEF aspira a dirigir el fútbol europeo contiene puntos que no aplica en España
Con un programa que apuró hasta el último momento para publicitarlo, Ángel María Villar se presentó el miércoles en Budapest para exponer su proyecto como aspirante a presidente de la UEFA ante 10 federaciones europeas. Ayer, también estuvo en Mónaco, donde presidió el sorteo de la Liga de Campeones, y difundió ese folleto bajo el brazo plagado de contradicciones. Ese programa con el que Villar aspira a ganar las elecciones a la UEFA el próximo 14 de septiembre en Atenas es un compendio de medidas destinadas a mejorar el producto fútbol en Europa, pero sorprendentes en su figura por los modos con los que se desempeña como presidente de la Federación Española de Fútbol (FEF).
Entre los puntos que propone Villar se encuentra su intención de abrir un debate sobre el límite de mandatos del presidente, cuando él lleva 28 años al frente de la FEF y tiene intención de prolongarlos hasta 32 si pierde las elecciones a la UEFA o finalmente opta por retirar su candidatura. En la última reunión con los presidentes de las federaciones territoriales ya anunció que, de no alcanzar el sillón de Platini, el único candidato a presidir la FEF de los allí presentes era él. Villar nunca vio con buenos ojos en la era Blatter ni la limitación de edad para presidir la FIFA ni la de mandato, aunque esta acabó admitiéndola cuando se aprobaron las reformas.
En la UEFA hay quien también se sorprende de que Villar hable de la lucha contra el racismo cuando no ha implementado las resoluciones del organismo europeo al respecto. En España no se cierran estadios por cánticos racistas, cuando desde hace tiempo a la UEFA ya no le tiembla el pulso en este sentido. Tampoco se conocen reuniones de Villar en España con la asociación Fútbol Contra el Racismo en Europa (FARE).
Villar aboga también contra los amaños de partidos y las apuestas que los generan. En el programa apuesta porque se tipifiquen como delito en las jurisdicciones de cada país, cuando en España se opuso a ello. Tampoco movió ficha en los casos del Levante y el Zaragoza, ya judicializados, y con pruebas evidentes de que estos clubes podrían haber incurrido en la compra de partidos. Ni en uno ni en otro caso el Comité de Competición, dependiente de la FEF, abrió diligencias.
La separación de poderes que propone en la UEFA, entre la administración y los políticos, sería una utopía en la FEF que él ha presidido durante estos 28 años. La gestión de Villar al frente del fútbol español ha sido presidencialista por definición. No hay un cargo administrativo federativo con una alta cuota de poder. La imposición de un Director de Cumplimiento en la UEFA tampoco tiene homólogo en la FEF.
El guiño que Villar le hace al fútbol femenino tampoco tiene correspondencia en su reinado en España. En la UEFA pretende crear un departamento de fútbol femenino, mientras que en la FEF no hay una estructura administrativa fuerte. Existe un Comité Nacional de Fútbol Femenino alejado de una estructura profesionalizada. Villar anunció hace un año una Superliga con patrocinadores y televisada que aún no se ha puesto en marcha y tampoco se ha vuelto a saber nada de ese proyecto. También habla Villar de incrementar la relación y la cooperación con las Ligas profesionales y aquí lleva dos décadas enfrentado a la Liga de Fútbol Profesional española.
Por último, Villar también ha cogido en su programa la bandera de la transparencia, cuando no hace mucho defendía que esta solo debía ser interna y se ha negado a facilitar datos económicos al Consejo Superior de Deportes (CSD) en más de una ocasión.
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