La pirueta soñada del gimnasta colombiano Jossimar Calvo
El joven de 22 años está por primera vez en unos Olímpicos. Logró clasificarse en el puesto 13 de la general individual de gimnasia
Jossimar Calvo (Cúcuta, 1994) apenas pudo prender su teléfono unos minutos el día de su cumpleaños. Los 22 lo sorprendieron en Brasil el pasado 22 de julio, quizá en uno de los momentos más felices de su vida. Por primera vez representa a Colombia en unos Juegos Olímpicos, y como si fuera poco, tuvo el honor de ser elegido como el abanderado de su país, aunque por motivos técnicos no haya podido estar en el desfile inaugural.
En lo poco que pudo hablar el día de su cumpleaños con su mamá, Nohora Moreno, le dijo que estaba emocionado, que se sentía orgulloso de estar ahí, con la bandera de Colombia en el pecho y con su imagen en la espalda. “Él tiene en su dorso dos tatuajes. Uno de mi cara y otro de Jesucristo. Dice que es una forma de sentirse respaldado”, contaba su madre desde Cúcuta, días antes de salir rumbo a Brasil. Es la primera vez que acompaña a su hijo en una competencia fuera del país.
No pudo estar físicamente con él cuando ganó cuatro oros, dos bronces y una medalla de plata en los Juegos Panamericanos (en las ediciones de los años 2011 y 2015) ni cuando logró dos preseas de oro, una de bronce y otra de plata en los Suramericanos (2014) y tampoco cuando, hace unos días, consiguió oro, plata y bronce en la Copa del Mundo de Gimnasia (2016). El cálculo exacto de cuántas medallas ha acumulado desde que empezó a competir, cuando tenía 10 años, se perdió, pero el sueño de estar en unos olímpicos se mantiene intacto desde que su mamá decidió trabajar horas extras y sacrificarse para apoyar a su hijo. No había dinero, pero sí confianza en que las destrezas de ‘cauchito’, como le decían por su baja estatura y flexibilidad,lo iban a llevar muy lejos.
“Él le debe todo a su mamá y no duda en decirlo cada vez que puede. Ella, a pesar de las dificultades económicas, pudo sostenerlo para que no dejara nunca de entrenar”, cuenta Juan Carlos Salazar, amigo y representante de Jossimar. “Entre los dos (madre e hijo) lograron hacer de la disciplina, su estilo de vida. Para el joven deportista no existe el descanso, no hay feriados. Todos los días entrena ocho horas. La carga más dura casi siempre está en la mañana. Hace esquemas con cuatro aparatos y en la tarde dos para cerrar la jornada con una sesión de terapia”, agrega Salazar.
Jossimar, cuya estatura apenas llega a 1,64 metros, especialista en barras paralelas y barra fija, supo desde que era niño aprovechar su contextura. “Él siempre ha sacado ventaja a la forma cómo está diseñado su cuerpo", dice su representante. La mamá lo confirma. Recuerda cuando ella, aficionada a películas de Jean-Claude Van Damme, pillaba a su hijo imitando al actor belga abriéndose de piernas, estirándose, haciendo piruetas. “Él tiene un don. Desde su infancia, sin ninguna formación, hacía cosas que para muchos resultaban increíbles. Ahora vemos lo que está viviendo como una recompensa”, dice Nohora, quien repite que, como siempre, seguirá apoyando a su hijo sin importar cuántas medallas tenga encima. “Yo estoy en con él en las buenas y en las malas”, insiste.
“Su sueño es la medalla olímpica, pero sobre todo estar feliz con lo que hace. Estar ahí ya es un logro y seguro va a regresar de Brasil más maduro, con muchos aprendizajes. Él sabe que hay presión, pero debe ir paso a paso”, asegura su representante. Jossimar se mantiene aislado, en total concentración. Su mamá, que sabe que no podrá compartir mucho con él mientras duren los juegos, espera ver desde la tribuna como su hijo pone en alto la bandera de Colombia.
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