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La tierra redimensiona a Nadal

El español, más reconocible, bate a un gran Thiem (7-5 y 6-3) y se cita en cuartos con Wawrinka

Alejandro Ciriza
Nadal, durante el partido contra Thiem.
Nadal, durante el partido contra Thiem.VALERY HACHE (AFP)

La conclusión es clara: sobre la tierra, Rafael Nadal es otro Nadal. Un Nadal mejor, más fiel a sí mismo, mucho más reconocible, mucho más intimidatorio. Sencillamente, sobre una superficie rojiza, Nadal es otra cosa, un nuevo Nadal. Puede dar fe de ello Dominic Thiem, un estupendo jugador de 22 años que generó incendios por todos los lados de la pista, pero que se topó con la respuesta del número cinco. Aquí, pareció decir Nadal, mando yo. Resultado: 7-5 y 6-3, después de dos horas y tres minutos. Y se avecina ahora en los cuartos Stanislas Wawrinka, verdugo de Gilles Simon, validado por su 6-1 y 6-2 ante el francés.

El triunfo frente a Thiem fue una combinación de supervivencia y autoridad. Porque el austriaco, un camaleón que lo mismo encaja una derecha en el ángulo o un revés en la línea, o que lifta, volea y pelotea con el oficio de un veterano, le expuso a todo tipo de vicisitudes técnicas. Ahí es donde apareció el Nadal corajudo y jerárquico, capaz de apagar el fuego y anular 15 de las 17 opciones de rotura a su rival, frustrado este, desquiciado porque no encontraba la vía, emplease el registro que emplease.

El de Manacor, mucho más reconocible en su superficie, reprimió a su rival, privado de 15 (de 17) opciones de break

De arranque, un primer parcial de 80 minutos y muchos matices. Nadal comenzó a remolque, pero replicó después para equilibrar (3-3) y posteriormente, cuando más feo se ponía el asunto, resistió un envite que se prolongó durante 15 minutos (5-4). A partir de ahí, corriente a favor y temple, porque Thiem le buscó las cosquillas por todos los medios. El austriaco, 14º en la ATP, exhibió sus mejores formas, aquellas con las que derribó hace dos meses al español en Buenos Aires, pero en los momentos críticos le faltó tino y pecó de un punto de ansiedad.

La tierra, es obvio, redimensiona a Nadal; es su territorio, allí donde más respeto infunde. El español encuentra en la arcilla su mejor aliado para compensar su déficit actual de juego, en gran medida porque su derecha sigue sin dar señales de regreso y porque a sus movimientos les falta la frescura de antes. A sus casi 30 años, conoce como nadie las plusvalías de la tierra y las explota. Por eso, a pesar de arrancar con otra rotura en contra en el segundo parcial, volvió a reprimir a Thiem, que terminó con 30 errores no forzados (por 17 del balear).

En los cuartos, tras el baño de autoestima que supone la victoria y ante la oportunidad que brinda la salida exprés de Novak Djokovic, aparece Stanislas Wawrinka. El pulso, por tanto, medirá a los dos últimos campeones de Roland Garros, a los dos hombres que han sido capaces de privar a Nole del título en París en los dos últimos años; primero el de Manacor y el año pasado el suizo, que este jueves no tuvo el más mínimo apuro (6-1 y 6-2) con Gilles Simon.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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