Qué falta de respeto, la del Madrid
Bergoglio se ha quedado solo. Hasta el sábado, el papa Francisco y el Barça compartían su condición de infalibles. Se acabó. Llegó un equipo menor al Camp Nou, Real Madrid se llama, y derribó al mejor conjunto que, dicen, jamás vieron los tiempos. De tal tamaño iba a ser la goleada que uno, en su ignorancia, no consiguió entender la falta de respeto del Madrid, que no hizo pasillo a su aclamado rival. Al Barça hay que hacerle pasillo siempre. En fútbol, en balonmano, y en hockey sobre patines ni te digo. Hubo un equipo que juega en la ciudad de Barcelona, aunque no se note, que responde al nombre de Espanyol y al que se le ocurrió una vez enfrentarse al Barça. No contento con ello, se le ocurrió empatar. Y en el colmo del descaro, lo hizo empleándose al límite del reglamento, con cierta dureza. En qué momento. Se levantaron en armas los defensores del orden, guardianes siempre de las esencias futbolísticas, esas que representa, en exclusiva mundial, el Barça. No fue despedido de la Liga el Espanyol, un hecho que no hace sino demostrar que en este país no hay justicia.
El caso es que llegó el Madrid al Camp Nou dispuesto a llevarse un saco de goles y lo que sucedió fue que, con uno menos, ganó 1-3, por más que el marcador se empeñe en decir que fue 1-2. Porque uno repasa la prensa de los últimos días y no encuentra la noticia de que haya habido un cambio en el reglamento. Pero así ha debido ser dado que a Bale se le anuló un gol por una extraña razón: lo marcó de cabeza. En la habitual rueda de prensa posterior al partido, Luis Enrique, entrenador del Barça, explicó los motivos de la derrota: “En la segunda parte el Madrid se ha encerrado y ha generado dos transiciones”, opinión que secundó, obediente él, Mascherano, no así Piqué, el mejor jugador azulgrana dentro y fuera del césped, y que en un arranque de sinceridad se limitó a declarar que había un justo ganador.
No lo tiene tan claro su técnico. Que dio, como siempre, con la clave. El Madrid no juega al fútbol. El Madrid transita. Que superara al Barça en disparos a puerta (siete por tres) es insignificante. Como insignificante es, por lo visto, que en su plantilla convivan Cristiano y Bale, dos de los tres fichajes más caros de la historia, el otro, como es bien sabido aunque no se sepa su precio, es Neymar. (Neymar es el que lleva el 11 en el Barça. Conviene aclararlo porque apenas sale en los resúmenes del partido).
El día que el Barça homenajeaba a Cruyff, el mejor homenaje se lo hizo Modric, máximo responsable de esas transiciones que tanto rédito dieron al Madrid, y el peor se lo hizo Luis Enrique, máximo responsable de que el Barça se desconectara del partido cuando ordenó que Rakitic abandonara el césped. El clásico no va a cambiar la Liga, que es propiedad del Barça salvo una hecatombe descomunal, pero puede provocar dudas en el equipo azulgrana, que el martes tiene otro partido del siglo ante el Atlético. Al Madrid, en cambio, le refuerza en su estado de felicidad de cara a la Champions, ese torneo que, por lo visto, ya ha ganado. Y ello pese a que Franco haya muerto, un asunto menor cuando el nacionalbarcelonismo se hace presente en todo su esplendor, como demostró Jordi Cardoner, a la sazón vicepresidente del Barça: “Con Franco había un equipo favorecido que ganaba las Copas de Europa”, dijo esta semana sin que se le cayera la cara de vergüenza. Desde que Mariano Rajoy explicara aquello de que “es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”, no se había escuchado mayor estupidez.
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