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FÚTBOL INTERNACIONAL | EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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Sueños de desenlaces fatales

Los dos próximos meses de Champions nos ofrecen la deliciosa posibilidad, en resumen, de que mitos se derrumben, reputaciones se hundan, presidentes caigan

Zambrotta exhibe la tarjeta del Wolfsburgo.
Zambrotta exhibe la tarjeta del Wolfsburgo.CHRISTIAN BRUN (EFE)

“A la merced de las olas, que es como la merced de los seres humanos en tiempos de guerra civil.” Lord Byron.

Levanten la mano todos los que saben el nombre de un jugador, solo uno, del Wolfsburgo. Y sin mirar, ¿eh? Ya. Nadie. En cambio, pídanle a los chicos de cualquier colegio de la pequeña ciudad alemana donde juega este equipo (población: 120.000) que nombren a cinco del Real Madrid y al menos la mitad acierta.

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De los encuentros que nos esperan en cuartos de final de la Champions el que enfrenta al Madrid con el Wolfsburgo (o el Loboburger, como lo bautizó un bromista en Twitter) es el que ofrece las mejores posibilidades de despertar las histerias, las polémicas y las desgracias sin las cuales el fútbol no sería el show que da más que hablar en el mundo.

Es verdad que, sobre el papel, el Wolfsburgo lo tiene complicado pero ¿si ganasen? La euforia de los Davides alemanes en el Bernabéu sería algo digno de contemplar pero una mera anécdota al lado del lío que se armaría en la casa de Goliat.

Un frenesí de indignación. Una fiebre en las gradas nunca vista. Una guerra civil. No habría pañoladas, habría linchamientos. El regocijo en tierras catalanas sería tal que hasta se les podría llegar a curar la rabia soberanista.

En cuanto a los posibles resultados de los demás encuentros de cuartos de final, también hay tema. El Atlético de Madrid le podría ganar al Barcelona. Como bien dice Alfredo Relaño, el director de As, “jugar contra el Atlético es como quitarse una muela”. El Manchester City le podría ganar al Paris St Germain: perfectamente plausible si Sergio Agüero, David Silva y Yaya Touré demuestran un poco más de ganas que en la Premier League. Incluso, aunque menos probable, el Benfica podría derrotar al Bayern de Múnich. Pero en ningún caso la locura fratricida sería comparable con la que veríamos en la familia madridista si los galácticos lite cayeran ante los lobitos germanos.

Las semifinales de la Champions podrían ofrecer un abánico de más amplio de complicaciones. Un Barcelona-Madrid, por ejemplo. Si perdiera el Madrid las consecuencias no serían tan, tan catastróficas. Ahora, tristes y potencialmente divertidas sí. No habría sangre en el Paseo de la Castellana pero significaría una temporada sin títulos, el adiós a la carrera de Zidane como entrenador y, con suerte para los periodistas de España, la segunda venida de José Mourinho.

El Wolfsburgo lo tiene complicado pero ¿si ganasen? La euforia de los Davides alemanes en el Bernabéu sería algo digno de contemplar

Más desequilibrante, y casi tan sorprendente como si el Wolfsburgo venciese al Madrid, sería que el Madrid venciese al Barcelona. Sería otro Titanic. El golpe al infladísimo orgullo culé sería devastador. Nunca el Barça tuvo un equipo más arrollador, y quizá nunca lo vuelva a tener. Messi, Neymar y Suárez son el Di Stéfano, Gento y Puskas de hoy. Se los supone invencibles. Perder en la Champions contra un Madrid inestable, debilitado por las divisiones internas, a veces abucheado por su propia afición pondría al mundo culé de luto. Ante semejante trauma, ¿quién sabe lo que podría llegar a pasar? ¿Piqué abandona su nueva pasión, la red social Perisocope? ¿Vuelve el Tata Martino? ¿Suárez vuelve a morder?

El otro desenlace fatal que nos podría regalar la Champions sería un choque entre el Manchester City y el Bayern del que el City saliese victorioso. Pep Guardiola pasaría de ser el entrenador más admirado del mundo al más aturdido. Ya se anunció el mes pasado que en el verano deja el Bayern por el City. Rodeado de conspiradores en la ciudad bávara, de gente que nunca hizo las paces con la idea de darle la corona a un entrenador catalán, irían con cuchillos a por él, acusándole no solo de incompetencia sino, posiblemente, de traición. En el City, inmersos en la confusión pese a haber logrado la hazaña más épica de la historia del club, se preguntarían qué estaban pensando cuando se les ocurrió cambiar a su actual entrenador, el meláncolico chileno Manuel Pellegrini, por el ya no tan inmaculado Guardiola.

Los dos próximos meses de Champions nos ofrecen la deliciosa posibilidad, en resumen, de que mitos se derrumben, reputaciones se hundan, presidentes caigan. Los más invulnerables a cualquier percance, aunque el Madrid los aniquile, son los pequeñajos del Wolfsburgo, que ni sus madres los conocen. La apuesta sensata, eso sí, es que pasen a semifinales los grandes de siempre: el Madrid, el Barça, el Bayern y el PSG. Y que al final gane el Barça. Pero no hay que dejar de soñar.

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