Brasil gana sobre la hora
Neymar confirmó una vez más su primacía y se inventó una victoria que le ahorrará críticas a Dunga y su joven escuadra
Cuando todo parecía indicar que Ricardo Gareca lograba el primer punto para Perú en una noche gélida y desordenada, Neymar confirmó una vez más su primacía y se inventó una victoria que le ahorrará ruido mediático al paciente Dunga y a su joven escuadra. Quizá fue para entrar cuanto antes en calor, quizá fueron los nervios de dos selecciones en plena reconstrucción, pero Brasil y Perú se dedicaron a un rápido intercambio de golpes que deparó dos goles en cinco minutos y ofreció un primer tiempo francamente entretenido para los espectadores, si bien poco reconfortante para los entrenadores.
La sucesión de errores defensivos y la enorme cantidad de huecos permitieron a Neymar, Willian, Farfán o Cueva encontrar autopistas libres hacia el área rival. Fue extraño que el marcador no aumentase en la primera parte, especialmente por parte de la selección brasileña, que encontró en la experiencia y los centros desde la derecha de Dani Alves un alivio frecuente. En uno de esos pases, el primero, había llegado el cabezazo de Neymar que equilibró el insólito gol peruano marcado en el minuto dos en un doble fallo de David Luiz y Jefferson, del que intentó salvarse el primero en un acto de escaso compañerismo, levantando los brazos al portero como para proteger su decreciente prestigio.
No hubo pausa en la gélida noche de Temuco: parecían no existir los centrocampistas, el balón iba de tres cuartos del campo a tres cuartos del campo contrario, los laterales se proyectaban alegremente y se permitían recíprocamente huecos a la espalda. Un ida y vuelta ameno pero suicida frente a delantero centro de auténtica categoría internacional. El marcaje de Miranda a la estrella peruana, Paolo Guerrero, fue ejemplar durante toda la noche. Thiago Silva y David Luiz son definitivamente una pareja del pasado. El partido era intenso y tenía ritmo. Gareca ha hecho en cuatro meses de trabajo con la selección peruana, mezcla de juventud y veteranos que regresan como Farfán, un rival como mínimo incómodo.
Neymar siempre dio la sensación de jugar un peldaño por encima de todos los demás. Con frecuencia exquisito, innecesariamente juguetón en alguna ocasión, veloz e imaginativo, sigue siendo el único representante indiscutible de un fútbol que maravilló al mundo durante décadas. Intentó 19 regates, más de los que había realizado en toda la Copa América 2011. En la segunda parte Dunga introdujo a Douglas Costa por Tardelli, que no supo aprovechar el caos, y reorganizó el equipo con otro segundo punta, Roberto Firmino, una de las esperanzas en la selección más joven del certamen, pero que no tuvo demasiado peso en los 15 minutos que jugó.
Willian gozó de libertad casi absoluta en la segunda parte y fue el mejor hombre (siempre con el permiso de Neymar, que juega a otra cosa) hasta que se agotó. El partido avanzaba y Brasil empezaba a perdonar. Neymar había estrellado un disparo imparable en el larguero. Más allá del digno partido de Perú y una sensación general de descontrol que acompañó el partido, debía haberlo ganado antes por acumulación de ocasiones. El banquillo peruano parecía satisfecho. La estrella del Barcelona falló un gol cantado en el minuto 89, de nuevo a pase de Alves. Dos minutos después, se inventó un pase magistral entre líneas a Douglas Costa, que solo delante del debutante Gallese remató junto al palo. Lo hubiese firmado su compañero Iniesta.
El esfuerzo había tenido premio. Al fin y al cabo, Dunga, que prefiere el triunfo sobre el jugar bien, ha ganado su primer partido oficial y continúa su racha (11 de 11). El partido confirma la dependencia de la canarinha de su capitán, falto de auténticos socios, y la incertidumbre que acompaña al equipo desde hace casi un año. Pero es un triunfo que prefigura un duelo fascinante, el miércoles, contra la necesitada Colombia de José Pékerman.
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