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Estados Unidos acaricia el triunfo

Europa, obligada a remontar cuatro puntos en los 12 duelos individuales de la jornada final

Carlos Arribas
Poulter celebra un birdie con su caddie
Poulter celebra un birdie con su caddie Mike Ehrmann (AFP)

Como un cirujano desesperado ante un enfermo que se le va de las manos. Así debió actuar José María Olazábal en el mediodía otoñal del campo de Medinah, en Chicago. Habían terminado los foursomes (los jugadores de cada equipo golpean alternativamente la misma bola) y habían volado sus esperanzas de que el ascenso de Estados Unidos se quedara en un amago, de que el desvanecimiento de Europa fuera pasajero. Los norteamericanos dominaban ya la Copa Ryder por 8-4 (solo Rose y Poulter fueron capaces de frenar la avalancha). Quedaban 16 puntos por disputar.

“Se espera una reacción europea”, decían los comentaristas y no se sabía si hablaban de golf o de economía. Hablaban de golf, entendió Olazábal, hipercriticado por la prensa británica y que decidió barajar su mazo de cartas en los fourballs (cada jugador, con su bola), juntar con riesgo a sus ases reales, los que habían funcionado (Poulter, Colsaerts, poco más), con sus ases previstos, pero fallidos, el decepcionante número uno mundial McIlroy el primero, y mantener a una pareja de toda la vida, Donald-García, en la confianza de que su derrota de la víspera hubiera sido un bache pasajero. Lamentablemente para él, sus cambios no surtieron el efecto deseado y la sentencia quedó poco menos que dictada a falta de los 12 duelos individuales de hoy.

Desde que la Ryder es Ryder, es decir desde que es Europa contra Estados Unidos, solo se han producido dos grandes vuelcos. Uno lo protagonizó Europa, en 1995, en Oak Hill (Nueva York). Tras los partidos por parejas, antes de los individuales del domingo, perdía por 9-7. Ballesteros cedió en el primer partido individual por goleada. Pero ahí se acabaron los norteamericanos, que solo ganaron tres más por siete los europeos, juramentados para vengar a su gran capitán. Cuatro años después, en Brookline (Boston), iba ganando Europa por 10-6 y por la noche el capitán rival, Ben Crenshaw, soltó un discurso de fe y sentimiento a sus jugadores. También colocó a sus mejores hombres los primeros: ganaron con claridad los siete primeros partidos, les ligó la mayonesa y también las claras a punto de nieve, el suflé creció hasta el cielo y Europa perdió increíblemente por 14,5-13,5. Leonard ganó a Olazábal el medio punto decisivo. El recuerdo de ese momento aún le duele al actual capitán. Pero la remontada europea se antoja ahora heroica.

Resultados

EE UU, 10; EUROPA, 6

Foursomes: B. Watson y W. Simpson pierden contra J. Rose e I. Poulter por un hoyo. K. Bradley y Ph. Mickelson ganan a L. Westwood y L. Donald por 7 y 6 (siete hoyos de ventaja a falta de seis). J. Dufner y Z. Johnson ganan a N. Colsaerts y S. García por 2 y 1. J. Furyk y B. Snedeker ganan a R. McIlroy y G. McDowell por un hoyo. Fourballs: Johnson y M. Kuchar ganan a N. Colsaerts y P. Lawrie por un hoyo. B. Watson y W. Simpson ganan a J. Rose y F. Molinari por 5 y 4. T. Woods y S. Stricker pierden contra S. García y L. Donald por un hoyo. J. Dufner y Z. Johnson pierden contra R. McIlroy e I. Poulter por un hoyo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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