“Me falta clase”
Dzagoev, líder del CSKA, rival del Madrid en la Champions, se muestra autocrítico como pocos
“Me falta clase”, reconoce sin tapujos Alan Dzagoev (Beslan, Rusia; 1990). Medipaunta de origen caucasiano, es la estrella emergente del fútbol ruso y está señalado por Mourinho como una de las grandes amenazas que le esperan al Madrid en Moscú en su duelo con el CSKA en la ida de los octavos, la próxima semana. Sin embargo, no duda en realizar un ejercicio de autocrítica que no es muy habitual en los futbolistas. Dzagoev renuncia al autobombo ante el escaparate del Madrid. Tiene 21 años y los cazatalentos de los grandes equipos occidentales le tienen ya como un futbolista de altos vuelos, pero él se resiste a admitirlo: “Los rumores sobre mí circulan, pero la clase de un jugador se aprecia en los pases. Los que no tienen errores, como Xabi Alonso, Xavi e Iniesta, son los que la tienen de verdad. Cuando empiece a jugar sin errores podré decir que tengo mucha clase. Ahora necesito trabajar y perfeccionarme, aún no puedo vivir solo de la clase”.
A Paulino Granero, el preparador físico almeriense que cumple ya dos temporadas en el club moscovita, no le sorprende ese exigente autoanálisis al que se somete Dzagoev. “Solo hay que verle trabajar, se entrena como un león y no es el típico mediapunta de baldosa o de 20 metros que solo juega para dar el último pase. Tiene una gran potencia aeróbica. Pasa de 13 kilómetros por partido y recorre muchos metros a alta intensidad. Es muy resistente y con buenos niveles de fuerza. Realiza muchas aceleraciones. Si lo normal es hacer 20 o 30, él supera con creces estas cifras. Se mete entre los defensas para robar, baja a recoger el balón, son 90 minutos para arriba y para abajo. En la Copa rusa jugó un partido contra el Zenit de pivote y se comió él solo a todo su centro del campo”. “Como buen caucasiano, Alan es muy educado, sobre todo con los mayores. Si hay un jugador sólo unos meses más mayor que él lo respeta mucho. Eso sí, en el campo no respeta a nadie, ni siquiera a mí en las pachangas”, asegura el exovetense Onopko, mano derecha del técnico Slutski.
El preparador físico destaca su gran cantidad de aceleraciones durante los encuentros
Durante los días de enero en los que el CSKA se concentró en Campoamor (Alicante), el silencio y la mirada huidiza eran su pose habitual, aunque siempre tenía un saludo sobrio para los empleados del hotel. Solo se le vio alterado mientras presenciaba por televisión el partido de ida de los cuartos de la Copa del Rey entre el Madrid y el Barça. Las dos bolas de helado que devoraba con fruición pudieron acabar en el suelo cuando Cristiano inauguró el marcador. El resto de sus compañeros calló, pero su grito retumbo en el salón del resort. “El Madrid es el único equipo en Europa que puede pasar por encima del Barcelona. Nuestras posibilidades se centran en el partido de Moscú, en intentar algo al contragolpe. Si no ganamos el partido de casa, lo tendremos muy complicado. Somos un equipo con buenas individualidades en ataque y esa es una de nuestras bazas”, asegura. La marcha del delantero brasileño Vagner Love ha mermado ese potencia ofensivo: “Le vamos a echar mucho de menos, él nos ganó el partido contra el Inter. Si Vagner no está no sabemos crear nada en ataque. Era el número uno que para crear todos los ataques. Distraía mucho la atención de los defensas con sus movimientos para crear los espacios para Dumbia”.
La historia de Dzagoev en el fútbol se empezó a escribir con los pies colgados de una valla de los campos del Yunost Vladikavkaz: “Me sentaba allí todos los días para ver entrenarse a los infantiles. Yo tenía ocho y un día, el entrenador, que me veía siempre allí, me dijo que si quería entrenarme con ellos. Hasta los 12 años no me entrené con chicos de mi edad. Eso me dio carácter. En el campo no puedes mostrar que eres un flojo, aunque lo importante es que ese temperamento no perjudique a los intereses del equipo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.