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Danza macabra en RR HH

Pedro Simón podría haber escrito una buena crónica sobre la crisis. Ha preferido escribir una novela llena de arquetipos

Cola frente a una oficina de empleo en Madrid.
Cola frente a una oficina de empleo en Madrid.Andrea Comas

Nueve personajes en busca de un trabajo, probablemente mal pagado, frente a un sádico director general de recursos humanos. Ocho víctimas de la crisis reciente: un constructor venido a menos, una mujer con un hijo discapacitado que se prostituye para mantenerlo, una estudiante sin futuro laboral, un profesor envejecido, etcétera. Más una víctima de una violencia estructural: un inmigrante que sobrevive a la muerte de su hija y a la locura de su mujer en la patera en la que llegaban a España.

Nueve “casos reales” con los que el periodista Pedro Simón (Madrid, 1971) podría haber escrito un buen libro de crónicas o, mejor dicho, un buen libro cuyo género se encontrara a medio camino entre el testimonio y la ficción, ya que reconoce haber trasladado a la novela material de sus reportajes periodísticos. Pero una concepción demasiado convencional de la literatura (alegórica, moralizante e incluso prenovelesca) resta méritos a Peligro de derrumbe.

El hallazgo de la novela está en la revisión del tópico medieval de la “danza de la muerte”. Un grupo de condenados de distinto origen socioeconómico se presentan ante la muerte igualadora. Solo que aquí el famoso esqueleto con guadaña es un director de recursos humanos elegantemente vestido y el juicio final ha sido desplazado al más acá, a la más inmediata entrevista de trabajo. Esto sugiere dos ideas perturbadoras: la trascendencia no ha de buscarse en otro mundo superior, sino en una vulgar supervivencia a ras de suelo, en un trabajo precario para seguir viviendo. Y, por último, el infierno no es un lugar con llamas y tridentes, sino una oficina con atrevidas corbatas de tulipanes rojos.

Quizá el lector recuerde la obra de teatro (y película) El método Grönholm, pero las diferencias son sustanciales: si en aquella un grupo de individuos (individualistas, mejor dicho) estaban obligados a relacionarse en la pequeña sala de la entrevista de trabajo, en Peligro de derrumbe los personajes no interactúan. Ya desde la disposición de los capítulos hay una rigidez que los convierte en ejemplos, en tipos, antes que en modelos vivos. Y es curioso que los únicos momentos de comunicación narrativa entre los personajes sean fruto de unas insistentes casualidades, una subtrama forzada que desplaza la novela del género del realismo al de la alegoría: todos parecen haber coincidido antes de esta entrevista de trabajo, aunque no lo supieran.

Parece que Pedro Simón ha dudado de la validez literaria del material periodístico en un tiempo en que, paradójicamente, buena parte de la novela se vuelve deliberadamente periodística. Simón literaturiza la realidad e incurre en lo que los anglosajones llaman “falacia patética”: la manía de señalar al lector la interpretación dolorosa y no dejar que los hechos hablen por sí mismos. “Que algo no sea verosímil no significa que no sea verdad”, escribe el narrador en un momento de la novela. Pero que la realidad venga mediada por una forma y unos recursos convencionales la hacen, qué duda cabe, menos eficaz literariamente. O sencillamente menos real.

Peligro de derrumbe. Pedro Simón. La Esfera de los Libros. Madrid, 2015. 312 páginas. 19,90 euros.

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