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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El eje nacionalista se impone sobre el social

El debate se va calentando a medida que el Gobierno de Rajoy aumenta el arsenal legislativo para anular o frenar una eventual proclamación unilateral de independencia

Enric Company

Los sondeos de principios del verano apuntaban a que la coalición Catalunya Sí que es Pot, formada por Iniciativa Verds y Podemos, estaba en condiciones de disputar la victoria a la plataforma electoral de Junts pel Sí, promovida por Convergència i ERC. Los realizados en septiembre, en cambio, auguran un triunfo relativamente claro de la segunda. Antes del verano parecía más posible que ahora que los electores se pronunciaran el próximo día 27 como lo hicieron el 24 de mayo en las elecciones municipales: restando apoyo a los partidos que, como Convergència y el PP, han aplicado políticas de recortes sociales y laborales. Y que, además, están más que salpicados, manchados, por el fango de la corrupción. Pero no parece que esta sea ahora mismo la tendencia.

En vísperas de otro Onze de Setembre reivindicativo, en el debate electoral toma ventaja la pretensión de convertir la votación en el plebiscito sobre la independencia que persiguen Artur Mas y sus socios. El debate se va calentando a medida que el Gobierno de Rajoy aumenta el arsenal legislativo a su disposición para anular o frenar una eventual proclamación unilateral de independencia por el Parlamento catalán.

El ex presidente socialista criticó la ausencia de diálogo entre los Gobiernos de Rajoy y Mas

La irrupción del expresidente Felipe González en este debate ha proporcionado elementos contradictorios. Su intervención ratifica la idea de que el país está en una encrucijada política. Al tiempo que señalaba las, a su juicio, insuperables y siempre perniciosas consecuencias de una victoria independentista, tanto para Cataluña como para España en general, el ex presidente socialista criticó la ausencia de diálogo entre los Gobiernos de Rajoy y Mas. Pero descalificó al segundo. Y luego equiparó la situación creada por el independentismo en Cataluña con el clima político creado por los partidos fascistas en media Europa en la década de 1930. La comparación fue rechazada por aquellos a quienes iba dirigida pero, en realidad, ilustra bastante bien una de las características del momento político: el empozoñamiento de la opinión pública española, en una clave que lleva tiempo empeñada en comparar al actual nacionalismo catalán con el nazismo y el fascismo de entreguerras. Si uno lee determinada prensa y escucha ciertas emisoras, acaba por creer que estamos, como dijo González, ante un proceso fascistizante. En Cataluña estos calificativos cunden poco, simplemente porque la realidad es otra. Pero fuera de Cataluña se juzga más por lo leído y oído. Las audiencias son las que son y la suma de los medios de prensa que difunden esta tipificación del nacionalismo catalán es abrumadoramente mayoritaria.

El ex presidente socialista se declaró presto a aceptar que la Constitución Española reconozca a Cataluña como nación

Que esto le haya ocurrido a una personalidad política del fuste de Felipe González muestra la gravedad de los daños provocados por tanta intoxicación y sorprende sobre todo porque se le creía en disposición de mejores referencias y fuentes de información más directas. Le bastaron 24 horas para rectificarse. Y entonces surgió una de las pocas buenas noticias que al catalanismo en general le han llegado desde Madrid desde 2010. El ex presidente socialista se declaró presto a aceptar que la Constitución Española reconozca a Cataluña como nación. Bastaron también 24 horas para que en el PSOE se levantaran suspicacias y rechazos mientras el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, aplaudía.

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Este incidente puede quedar en nada. González no es Pedro Sánchez, y Pedro Sánchez no pasa del reconocimiento de la singularidad catalana, una vaguedad cuya principal virtud para los oídos catalanes es señalar que quien la anuncia es alguien que en esta materia ni siquiera se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Hace ya años que en el fondo del conflicto catalán se halla el malestar provocado por las consecuencias del no reconocimiento efectivo de la realidad nacional de Cataluña.

Pedro Sánchez no pasa del reconocimiento de la singularidad catalana

El paso dado por González da aire al PSC. Y desde luego es gloria comparado con los preparativos legales del PP para inhabilitar a Artur Mas. O su grosera insistencia en la manipulación del Tribunal Constitucional. Puede que quede en nada pero es ilustrativo de las dificultades del PSC para situarse en el eje del debate electoral. Dificultades que, por cierto, alcanzan también a la coalición Catalunya Sí que es Pot.

Sánchez no se atreve a decir lo mismo que González, pero en similar situación se halla Pablo Iglesias, el líder de Podemos. Los únicos que en la precampaña de las legislativas españolas de diciembre se mueven a gusto en el conflicto catalán son los partidarios del otro eje de polarización, en este caso, PP y Ciutadans, encantados de repetir que de nación solo hay una y es la suya, España. De momento, Ciutadans ha sustituido a Catalunya Sí que es Pot como segunda fuerza en la carrera electoral catalana.

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