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SOUL | Aurora & The Betrayers, Royal Southern Brotherhood
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sureños europeos, yanquis del sur

A la formación madrileña aún le falta dar el salto, pero la de Nueva Orleáns, más consolidada, es un tostón

Concierto de Aurora and the Betrayers.
Concierto de Aurora and the Betrayers. THIERRY LOUSTAUNEAU

Mala cosa esta de enfrentarse a una banda española de soul 24 horas después de que el maestro Lee Fields dictara sentencia en la ciudad. Al margen de este doloroso contraste, del que ellos no tienen culpa, la Intro inaugural de Aurora & The Betrayers solo induce al desconsuelo: metales desvaídos, dos coristas enfrascadas en una coreografía sin gracia, una melodía que parece más una mala cara B de ABBA que un homenaje a la Motown. La irrupción de la altísima y rubísima Aurora García no arregla de entrada las cosas, porque su voz suena metálica y sin matiz. Pero las tornas van cambiando desde Take Me Away, magnífico medio tiempo que remite a formaciones femeninas como las Supremes.

A Aurora le queda trecho para apuntalar un repertorio más incontestable, pero van surgiendo páginas sabrosas. What You Need suena con la solemnidad pomposa de la Tina Turner madurita, pero aún mejor es el funk en la onda de Chaka Khan (Get Down) y el buen gusto de homenajear a The Band (King Harvest) y Stevie Wonder (Joy) con temas poco trillados. Lástima que estos Veranos de la Villa languidezcan en el Price con aforos modestos (465 espectadores), por más que el personal abandonara las butacas para el bailoteo.

A los sureños europeos les sucedieron unos sureños de Nueva Orleáns que suenan tal y como se les supone: un quinteto de bluesmen aguerridos con un Neville al frente (Cyril) y Devon Allman, hijo del fundador de los Allman Brothers, como uno de los guitarristas. Todo suena tan correcto como rutinario, quizás más mohíno que pasional, con el flaco Cyril incapaz de aportar otro aroma más allá de las evocaciones campestres de su sombrero. Ni siquiera el intercambio de vocalistas principales nos sacude la modorra: toda la vida añorando el sur para que anoche nos felicitáramos de nuestra condición mesetaria.

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