La madre de todos los chiringuitos
Sitges, la ciudad que vio nacer el primer bar playero en 1913, muestra su faceta más cosmopolita con playas para todos los públicos, un museo romántico y fiesta hasta el amanecer
En la mañana de Sitges unos van y otros vienen. Mientras algunos casi vivos intentan tomar la penúltima, convencidos de que ni la emboscada que les acaba de tender el sol podrá acabar con su fiesta, otros se desperezan en las terrazas de los hoteles para comenzar el día. Para, a partir de ese momento, dejarse llevar por la carismática ciudad costera y conocer sus múltiples caras: cosmopolita, gay, cinéfila y mediterránea.
9.00 El mejor mirador de la villa
Un desayuno contundente en el Sports bar - A (paseo de la Ribera, 48) para los no resacosos, o uno más tardío y continental -recomendado para los que no serían nada sin gafas de sol- en Villa Lola (paseo de la Ribera, 2), un café, bar y coctelería en los café, bar y coctelería en los bajos de la Casa Josep Barnet (2), edificio que data de finales del siglo XIX. Fue derruido en 1977 de manera ilegal y posteriormente reconstruido. Por la noche, se abandonan al rollo ibicenco, pero durante el día, su terraza es el mejor mirador de la villa. Tras realizar la que las abuelas definieron como la comida más importante del día, se antoja un paseo por el Vinyet (3), barrio residencial al sur del centro que destaca por sus casas de estilo indiano, y que encuentra su historia en el santuario que da nombre albarrio. La leyenda cuenta que se construyó en el lugar en el que un esclavo halló una imagen de la Virgen mientras cavaba una viña.
11.00 Playas a tutiplén
Sitges posee 16 playas que se extienden a lo largo de cuatro kilómetros. Hay de todo. De ambiente familiar (Les Anquines), gay (Bassa rodona y L'Home mort), nudista (Els balmins), populares (La Ribera), evocadoras y con vistas al castillo (Sant Sebastiá) o de vocación náutica y deportiva (La Fragata). La elección es difícil, aunque el error está casi descartado. El desarrollo del turismo ha llevado a una, de lo más práctica, saturación de servicios en todas las playas, incluso las más alejadas, como Cala Morisca - D, que posee, además, uno de los clubes nocturnos más reseñables del litoral catalán. A pesar de la profusión de opciones de avituallamiento, sombra y hamaca, hay un espacio que destaca por encima de todos. Se trata de El Chiringuito - E (Passeig Ribera, s/n). Fundado en 1913 por el capitán Calafell como alternativa amable y popular al indiano y sofisticado Pabellón de Mar, este local en blancos y azules es el primero de todos los chiringuitos que existen en España. El nombre proviene de la forma en que tomaban el café los negros en las plantaciones cubanas. Una caña y una media haciendo de filtro que se presionaba hasta que salía un chorro o chiringuito de café.
14.00 Bogavante junto al castillo
Las opciones para almorzar son extremadamente variadas. El carácter transversal de la villa permite la profusión de locales de batalla, como el Superpollo (6) (Sant Josep, 8), que con el nombre lo dice todo, o Los Vikingos (7) (Marquès Montroig, 7), que con el nombre no dice absolutamente nada sobre sus pastas y pizzas, que comparten sin complejos código postal con algunos de los más reputados restaurantes de cocina marinera. De entre éstos, debemos destacar Fragata (8) (Passeig Ribera, 1; 938 94 10 86), un clásico redecorado, con terraza a pie de castillo y una carta en la que la sofisticación convive con platos tradicionales (el arroz caldoso con bogavante es una buena elección). En la playa de Sant Sebastià, Sotavent (9) (Port Alegre, 39-41; 938 14 61 28), regentado por Patricia Müller desde 2002, esconde en su carta delicias como el rape al horno con patata confitada y osadías como el cochinillo confitado en su jugo. Al lado, el Asador Buenos Aires (10) (Port Alegre, 21; 938 11 23 44) hace feliz al carnívoro nostálgico con un festival de proteínas de corte argentino.
16.00 Una casa de muñecas en el museo
La duda hamletiana que llega con la digestión nos hará debatirnos entre seguir alimentándonos -esta vez de cultura- o tumbarnos sobre una tumbona de esas que hace rato nos miran libidinosas. Al valiente y al de digestión fácil, se le antojará un recorrido por la oferta museística, cuyo encanto actual jamás se hubiese manifestado sin un pasado tan artísticamente esplendoroso como el que atesora. El primero de los tres grandes museos de Sitges es el del Cau Ferrat - K- (Carrer Fonollar, s/n. De martes a sábado de 9.30 a 14.00 y de 16.00 a 19.00. Domingos de 10.00 a 15.00. Entrada, 3,50 euros). Fue la casa-taller de Santiago Rusiñol y contiene obras del artista, joyas modernistas e incluso cuadros de El Greco. Maricel (12) (Carrer Fonollar, s/n. Puerta con puerta con el Cau Ferrat y con el mismo horario y precio) alberga la colección privada del doctor Pérez Rosales -del arte gótico al renacentista-, escultura catalana contemporánea y una magnífica colección de arte de inspiración marinera. Finalmente, Can Llopis (13) (Carrer San Gaudensio, 1. Martes a sábado de 9.30 a 14.00 y de 16.00 a 19.00. Domingos de 10.00 a 15.00. 3,50 euros) es un tratado sobre el romanticismo y, como curiosidad, acoge una inquietante colección de viejas muñecas de la escritora Lola Anglada.
19.00 'Spa' con vistas
Con el sol en caída controlada y el centro en principio de ebullición, un paseo por las calles Sant Francesc y Major con las calles de Jesús y de les Parellades marcará el recorrido comercial. Tras comprarse algo de Cycle o de Elvis & Jesus en Crank (14) (Major, 46) o alguna cosita de Prada o Etro en Coso - O- (Sant Francesc, 3) podemos acercarnos hasta el Hotel Dolce (Camí de Miralpeix, 12). Este complejo de cinco estrellas posee un spa magnífico con diversas opciones de masaje y unas vistas inmejorables desde su bar.
22.00 Discoteca de leyenda
La oferta nocturna de Sitges ofrece su vertiente más clásica y carnavalera alrededor de la popularmente llamada calle del Pecado (16) (Primero de Mayo), donde locales como el Bali (Sant Pau, 10) o Pachito (Primero de Mayo, 5) marcan el ritmo de una oferta nocturna ecléctica hasta el aturdimiento. Bares de cowboys y sofisticados cafés gays se mezclan con heladerías after o refugios para británicos expatriados, como el fantástico The Bull - Q (Sant Pere, 8). Otra opción es acercarse al Puerto de Aiguadolç (18) y darse un fiestón de cocina sofisticada, moderna pero nada estridente en El Tiburón (Avenida Port d'Aiguadolç, 27; 938 11 02 39). Luego toca decidir si uno se inclina por Sweet Pachá (19) (avenida Port d'Aiguadolç, 9; www.sweetpacha.com) y su historia -aunque ha cambiado su ubicación, la de Sitges fue la primera de la millonaria franquicia- o por el desfase de Atlántida, otro clásico en la playa de les Coves. Si se aguanta hasta el amanecer, nada como recorrer el Passeig de la Ribera (20), arrepintiéndose de la noche anterior, buscando sombras y cruzándose con gente sana haciendo footing. Es la hora de la penúltima.
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