"Una vida vale más que la montaña"
Escalador en roca de primera línea y especialista en acumular grandes rutas alpinas. Desde muy joven Ferran Latorre (Barcelona, 1970) se perfilaba como una gran figura del alpinismo español. Pero hace 11 años dejó sus proyectos por escalar escondido detrás de una cámara, como especialista del programa de TVE Al filo de lo imposible. No es el protagonista de los documentales, pero ha estado en casi todos los episodios. Incluso más allá: ascendiendo por delante de ellos para grabar sus triunfos y fracasos. O mejor aún: para sacar al protagonista de algún apuro.
"Ser cámara de altura es un trabajo que me encanta", cuenta. "Y como alpinista me hace aún gracia ascender ochomiles. Aún son iconos, aunque algunas rutas, como las dos normales del Everest, estén prostituidas por la masificación comercial".
El escalador lamenta que la montaña sólo interese por dramas como el de Óscar
Latorre ha coronado siete ochomiles, cinco de ellos trabajando con Al filo... y cuatro acompañando a Edurne Pasaban, la alpinista vasca que aspira a ser la primera mujer en completar la colección de las 14 cimas más altas del planeta. En septiembre, intentará el ascenso del decimotercer ochomil, el Shisha Pangma. Y allá estará Ferran para captarlo.
"Como cámara, terminé de filmar la última cima de los 14 ochomiles de Juan Oiarzabal, en el Annapurna, en 1999", recuerda. "También estuve en el último que ascendió el ecuatoriano Iván Vallejo, en el Dhaulaghiri (2008). Y espero filmar la última cima de Edurne, el Annapurna, en la primavera de 2010".
Latorre tiene claro que subir las grandes cumbres por sus rutas normales tiene poco valor alpino. A los 20 años era considerado -junto con el madrileño Carlos Suárez- heredero de la generación de alpinistas españoles de alta dificultad de los años setenta y ochenta. A esa edad, ya había sorprendido con grandes escaladas en el Pirineo, en los Alpes y encadenamientos de octavo grado, el máximo que existe, en escalada deportiva. Obtuvo el Piolet de Oro español por unas ascensiones invernales comprometidas en el Pirineo en 1995.
Latorre es seguidor del alpinismo genuino y creativo que implantó en los cincuenta Walter Bonatti. "El alpinismo de verdad contiene el estilo, la dificultad técnica y el compromiso. Yo fui un alpinista puntero y lo dejé por Al filo... para ganarme la vida".
Un estilo alpino que aún pervive en las nuevas generaciones. La mayoría, desconocidos, como la cordada formada por Óscar Pérez y Carlos Novellón, protagonistas de la última tragedia española en el Himalaya del Pakistán, en el Latok II; una historia dramática que ha sido portada en los medios tras el fracaso de su rescate. Latorre reflexiona: "¿Qué hubiera sucedido si Óscar y Carlos hubieran hecho cumbre y regresado a casa sanos? ¿Hubiera trascendido en la prensa? Pienso que no. Lamento el espectáculo mediático, una vez más, que se le da a la montaña cuando surge una tragedia".
Pero no todo ha sido caminar por el Himalaya. Latorre aún sorprende con ascensiones valientes. Como la quinta ascensión mundial al Gasherbrum IV (7.925 metros), en 2008, junto con Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo, José Carlos Tamayo y Mikel Zabalza. O el couloir Horbein del Everest (8.848 metros), en 2006, una "pared impresionante de 2.700 metros de altura", con Iñurrategi y Vallejo. Un reto frustrado por el mal tiempo a 400 metros de la cima del mundo.
El espíritu de los primeros conquistadores de las altas cumbres aún pervive en Ferran, aunque los puede poner en práctica en contadas escaladas. Pero el alpinista no reniega de su trabajo de altura y, agazapado bajo la sombra de Pasaban, la alpinista cuenta con él en su proyecto por terminar la colección de los 14. Como también cuenta con Asier Izaguirre unido familiarmente a Edurne. "Asier es su primo, su amigo, es una persona clave que le da confianza".
También lo fueron Juan Vallejo y Mikel Zabalza en el K2, en 2004, que ayudaron a Edurne en el descenso -sufría graves congelaciones en los pies-. Ese mismo día Latorre devolvió a la vida a Juanito Oiazarbal perdido en la fría noche a más de 8.000 metros de altura. "No hice cumbre en el K2, pero una vida vale más que una montaña", sentencia Ferran.
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