El único Mosca que vuela
José Bravo, piloto republicano de 89 años, se reencuentra con su avión
José María Bravo Fernández-Hermosa, piloto republicano de 89 años, giró lentamente la llave del enorme contenedor y se encontró, de frente, con la hélice reluciente de un avión Mosca. La escena ocurrió el pasado 5 de septiembre en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), y José Bravo, que necesita apoyo para poder caminar, no pudo contener la emoción. No era para menos. La última vez que este comunista vio uno de estos cazas -emblema de la aviación republicana- fue hace casi setenta años.
Bravo fue piloto en dos guerras: la Civil española y la Segunda Guerra Mundial. "En ambas piloté cazas Mosca. En la española, del lado republicano, y en la mundial, del lado de los rusos", explicó ayer Bravo en el aeródromo de Cuatro Vientos.
El reencuentro de Bravo con el caza tiene su origen en un descubrimiento de hace 14 años. En 1992, los restos de seis aviones Mosca fueron encontrados en una zona inhóspita de Siberia. Una corporación privada de Nueva Zelanda se encargó de restaurarlos. Son los únicos seis ejemplares de cazas Mosca que hay en el mundo. Y uno de ellos lo compró el pasado otoño por 300.000 euros la Fundación Infante de Orleans. "El caza descansa en un hangar del aeródromo de Cuatro Vientos; en abril volará en una exhibición y en dos años formará parte del Museo de la Aviación que ha diseñado para la ciudad de Getafe el arquitecto Norman Foster", explicó Carlos Valle, presidente de la Fundación Infante de Orleans. Ese momento será "histórico", según Bravo, que, a punto de cumplir los 90, aún continúa pilotando en exhibiciones aéreas. Sin embargo, para la puesta de largo del Mosca, Bravo tendrá que conformarse con verlo desde tierra.
Bravo estaba a punto de entrar en la escuela de Ingeniería de Caminos cuando estalló la Guerra Civil. En agosto de 1938, en plena batalla del Ebro, un fotógrafo le retrató mientras un compañero le afeitaba. En la foto, el sol le da a Bravo en la cara y el piloto parece feliz. Tenía sólo 21 años. "La verdad: casi no me acuerdo de ese día", cuenta ahora.
En la historia ha habido más de 7.000 aviones Mosca, 280 utilizados por los republicanos en la Guerra Civil. "Su tren de aterrizaje funciona mediante una manivela que hay que mover 43 veces, ni una más ni una menos", precisa Bravo. El Mosca que hay ahora en Madrid está pintado igual que el que utilizó Bravo: de color verde, con la bandera republicana y con una ficha del dominó del seis doble. "Representa a los 12 aviones que formábamos la escuadrilla; además, el no ser individualista y el trabajo en equipo", señaló el piloto.
Bravo vive con su mujer, Natalia, que es rusa, en una urbanización a las afueras de Madrid. En Rusia, el piloto estuvo exiliado más de 20 años. De esa época conserva el amor a la vodka (guarda una botella en el congelador), y enseña que hay que beberlo "de un trago, como hacen los rusos". Además, un hijo de una primera mujer sigue viviendo en Rusia.
Todos sus recuerdos quedarán plasmados en un libro que Bravo está escribiendo sobre su apasionante vida: "Le quiero llamar Póker de ases, en homenaje a los cuatro mejores pilotos que hubo durante la Guerra Civil: Arias, Zarauza, Claudín y yo".
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