"El perdón pone fin al derecho justificado de venganza"
Ginn Fourie saluda a desconocidos en la calle donde nos encontramos. Jóvenes negros. Como si buscara hacerles saber que importan, que los ve, que los reconoce. "¿Ves lo sorprendidos que se quedan? Todo el mundo habla de la violencia contra mujeres y niños, ¿pero qué pasa con los hombres?". Poco después enseña un estudio sobre varones surafricanos bajo abuso. Violencia, opresión, racismo. Palabras que se han hecho importantes para Fourie desde hace ahora 15 años. En 1993 era profesora de fisioterapia en la Universidad de Ciudad del Cabo, casada y con dos hijos. Una vida placentera. Un mundo aparte del de Letlapa Mphahlele, líder antiapartheid. Éste ordenó atentar contra la taberna donde Lyndi Fourie celebraba el fin de sus estudios de ingeniería civil. Cayó abatida.
Esta fisioterapeuta es símbolo de la reconciliación en Suráfrica
Para Ginn, su madre, 1994 inició un proceso que la llevó del ansia de venganza al perdón y, después, a la reconciliación. Fourie y Mphahlele trabajan ahora juntos en una fundación por el diálogo interracial y la rehabilitación de excombatientes. Historia surafricana, triste, generosa, positiva. Ginn elige el restaurante ante el monumento a Cecil Rhodes, colonizador brutal. Elección meditada: "Sirve para recordar nuestra historia".
Cristiana, Ginn quiso perdonar. Los tres hombres detenidos por el atentado fueron condenados a 25 años de cárcel. Fourie inició su proceso de comprensión, "de la psique del oprimido, de cómo puede llevarlo a la violencia". Y también de comprensión del perdón, "un proceso por el que se abandona por principios el justificado derecho de venganza; las emociones llegan después, la alegría, también regresa". En 1998, Ginn, apenas salida del hospital en lucha contra un cáncer, se enfrentó de nuevo a los tres, en la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Habían solicitado amnistía. "Les dije que habían matado a una aliada". "Me dijeron que llevarían mi mensaje a sus comunidades y vi cómo ellos mismos se ponían las esposas, una imagen simbólica muy dura". Mujer de sonrisa cálida, con una cierta picardía, se emociona un poco durante la charla. Pero no dura la emoción. La sacude a un lado, "la alegría también regresa", sonríe y pregunta si podemos tomar postre.
Mphahlele no compareció ante la Comisión. Publicó un libro y en la presentación, en 2002, apareció Ginn, batalladora. Quedaron en verse en privado e iniciaron un diálogo que llega hasta el presente, hasta el trabajo en su fundación. Él dice que Ginn le ha dado el mayor regalo que un ser humano puede dar a otro, el del perdón. La considera un símbolo nacional. Ella asistió a la ceremonia de bienvenida prevista en su pueblo, en Limpopo, zona rural pobre. Allí, ella pidió perdón por la esclavitud, el colonialismo y el apartheid. Y ahora inquiere: "¿Qué sienten los españoles sobre lo que hicieron sus antepasados en Suramérica?".
Su marido no comparte sus ideales. "Pero si puedo perdonar a los asesinos de mi hija, ¿cómo no puedo perdonar a mi marido?", añade. Siguen juntos, dialogando.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.