"La mujer no tiene menos ego, pero lo guarda en el bolso"
Llega a la cita algo sorprendida por el entorno: un castizo callejón aledaño a la plaza de Santa Ana, de Madrid, por donde circula el paisanaje del Barrio de las Letras. El arranque es poco prometedor: nada familiarizada con la comida española, echa un ojo rápido a la carta y decide comer solo una tortilla francesa. El periodista la anima a compartir tortilla de patatas, guisantes con jamón y boquerones. Rechaza unas aceitunas aliñadas cortesía de la casa, pero empieza a sentirse cómoda comiendo pan con mantequilla.
Esta mujer nigeriana, de 56 años, habla con pasión del Banco Mundial, del que ha llegado a ser directora gerente tras dos décadas en la institución. África, asegura, está haciendo sus deberes, sacando adelante reformas de calado y combatiendo la corrupción en momentos muy difíciles. "Este es el mensaje que traigo: no piensen en estos países como receptores de ayuda, sino como contribuyentes al crecimiento mundial y como mercados potenciales".
La 'número dos' del Banco Mundial pasó hambre durante la guerra de Biafra
Se pone seria al hablar del devastador impacto que la crisis ha tenido en la lucha contra la pobreza. Hasta hace unos años, los países en desarrollo avanzaban decididos hacia los Objetivos del Milenio, que contemplan reducir a la mitad el número de pobres en el mundo para el año 2015. "Pero desde que estalló la crisis la tendencia ha cambiado", se lamenta.
Casada con un médico nigeriano y con cuatro hijos, a esta mujer le cuesta hablar de ella misma y vuelve una y otra vez a su trabajo. La llegada de las viandas relaja el ambiente, y por fin se decide a dar pistas sobre su vida. Pertenece a una familia nigeriana distinguida y es hija de catedráticos de universidad. Su padre, soberano de un pequeño reino local, luchó como oficial en el Ejército de Biafra en los años sesenta. La guerra dejó a la familia Okonjo sin nada. "Apenas comíamos una vez al día y dormíamos en el suelo", recuerda. "Sé lo que es pasar hambre, por eso cuando trabajo para ayudar a quienes lo necesitan no estoy haciendo un ejercicio teórico; todo viene de una experiencia propia".
Le gusta la tortilla de patatas y la come con gusto con pan. "A veces las cosas más sencillas son las mejores", afirma. ¿Sabe cocinar? "Por supuesto. La mujer africana que no sepa cocinar tiene un gran problema", bromea. En las fiestas familiares le gusta preparar arroz jollof, un plato típico de África Occidental parecido a la paella.
Licenciada en Harvard y doctora por el MIT, volvió a su país en 2003 para convertirse en la primera mujer ministra de Economía de Nigeria. Tres años le bastaron para poner en orden las caóticas finanzas nigerianas, cancelar una deuda de 30.000 millones de dólares y poner al país en la senda del crecimiento. Tras unos meses como ministra de Exteriores, regresó a Washington para reincorporarse a su querido Banco Mundial.
Es una firme defensora de la participación de las mujeres en la vida pública: "Hacen falta más mujeres en la política. Son eficaces porque se centran en los resultados, y eso me gusta. Con frecuencia bromeo diciendo que las mujeres se dejan el ego en el bolso. No digo que tengan menos ego que los hombres, digo que lo mantienen bajo control".
¿Algo de postre? Nada. Una manzanilla y a seguir su recorrido por los despachos de Madrid. La esperan en el Ministerio de Economía. Mañana, en París.
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