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Columna
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La conversión

Manuel Rivas

Como en Estados Unidos, siguiendo la teoría de Gore Vidal, en España tenemos dos partidos mayoritarios: el conservador y el reaccionario. Ya llevamos muchos años con el partido conservador en el Gobierno y va siendo hora de probar una dosis de gobierno reaccionario. Además, sería una novedad. En la historia de España, con muy raras excepciones, no hemos vivido un periodo reaccionario. Así que me dispongo a luchar por una auténtica revolución con los camaradas del nuevo Partido de los Trabajadores de España (ex Partido Popular), al mando del líder estajanovista Mariano Rajoy y de nuestra pasionaria Dolores (de Cospedal). Lo he meditado mucho, para no estofarme otra vez en el fuego de las traidoras convicciones, pero veo por doquier que el nuevo PTE (ex PP) predica con el ejemplo y que los hechos acompañan al discurso. Desde el primer momento, ellos fueron conscientes de que se avecinaba una crisis sin precedentes, como consta en las hemerotecas del Palmar de Troya y de la FAES, por lo que hicieron todo lo posible para desinflar la burbuja inmobiliaria, atajar la especulación y denunciar el aventurerismo criminal en el sistema financiero. Asimismo, allí donde gobernaban no se le dio ni un minuto de tregua a corruptos y bandidos, que tuvieron que largarse con lo puesto. Se apresuraron también a imponer la austeridad, lo que hoy nos permite hablar de insólitos paraísos del déficit. Otro factor en mi conversión ha sido la firmeza hidráulica-leninista, sin pamplinas patrióticas, ante este Gobierno deshidratado: "Al enemigo, ni agua". Pero lo definitivo en mi cambio ha sido su internacionalismo radical, que no ha discriminado a nadie a la hora de emparejarnos en el desastre. No sé si helénicos y húngaros habrán agradecido lo suficiente esta compañía en el hundimiento, pero somos así de cojonudos: si hay que hundirse, nos hundimos, con razón o sin ella. Y como dijo Mao, qué Dios reparta suerte, ma non troppo.

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