"Los coleccionistas están cambiando"
Hay ruido y crepitar de dientes en el mundo por la crisis económica y, mientras tanto, las obras de arte baten récords en las subastas. ¿No se han enterado los coleccionistas de que las cosas van de mal en peor? Parece que no: el pasado mayo, el multimillonario ruso Roman Abramovich compró en Christie's un desnudo de Lucian Freud por 21,5 millones de euros, la cifra más alta pagada nunca por la obra de un artista vivo. Un día después se hizo con un tríptico de Bacon en Sotheby's y desembolsó 55 millones de euros, alcanzando así la cotización más elevada de un artista contemporáneo. "El del arte es, sin duda, un valor mucho más sólido que otros", comenta Isabela Mora, "pero esa compulsión coleccionista creo que tiene mucho más que ver con la voluntad de estar ahí, en ese reducido círculo de los que tienen de verdad dinero".
"Algunos artistas están hoy al frente de empresas de cuarenta empleados"
Las obras de arte no han conocido problemas en este año de crisis. Las tres velas, de Sorolla, se subastó por 4,5 millones de dólares.
Un yate que no incluya alguna pieza de arte que desprenda aromas millonarios simplemente no es un yate. ¿Y la crisis? ¿Cómo se libra el mundo del arte de sus embates? "No llega, o tarda en llegar, a las piezas de artistas que tienen una altísima cotización", dice Isabela Mora. "Pienso en Freud, en Bacon, en Picasso. Pero la crisis ya está golpeando a las galerías con menos recursos, a las más pequeñas, a las que se arriesgan con artistas particularmente heterodoxos".
El año 2000 sonó el timbre en la casa de Isabela Mora. El caballero que estaba al otro lado de la puerta le preguntó si lo dejaba todo y se iba con él a Basilea. Lo hizo. El misterioso visitante era Samuel Keller; acababa de ser elegido director de Art Basel, la feria de arte más importante del mundo, y la había buscado para que le ayudara a poner en marcha una propuesta semejante en Miami. Isabela Mora conocía bien a artistas, galeristas y coleccionistas del otro lado del charco por su trabajo durante años como representante y asesora de la Fundación Jumex, de México. "Keller quería saber si era rentable una feria en Estados Unidos". Lo era: la primera edición de Art Basel Miami se inauguró en diciembre de 2001.
Lucian Freud bate récords, pero qué pasa con el arte menos convencional. "Ya no valen los viejos criterios", explica Isabela Mora; "es necesario entender que muchos de los artistas actuales más renombrados están a la cabeza de empresas que emplean a 40 o 50 personas, entre investigadores, ingenieros, arquitectos... Es el caso de Olafur Elliasson, Damien Hirst, Jeff Koons, por ejemplo. Y también cambian los propios coleccionistas. Ya no se limitan a comprar las obras terminadas; están también financiando muchos proyectos de los artistas que valoran o poniendo en marcha fundaciones que recojan las obras más complejas. Ahí están la propia Fundación Jumex o la Sandretto Re Rebaudengo, en Turín. Tienen edificios para instalar sus compras de manera permanente".
Cuando Samuel Keller abandonó la dirección de Art Basel, Isabela Mora le acompañó a su nuevo destino, la Fundación Beyeler. "Uno de los proyectos que tenemos allí es de Philippe Parreno: se trata de unos fuegos artificiales que se lanzarán de día. Serán en blanco y negro", cuenta. Con Parreno, y con Douglas Gordon, ya trabajó en Zidane. Un retrato del siglo XXI, esa película que sigue durante un partido al astro del Real Madrid a través de 17 cámaras sincronizadas. "Aquello empezó como una idea modesta, y terminó en una inmensa producción para la que llegamos a contratar una cámara que no había salido nunca del Pentágono".
Amiga de artistas como Parreno, cómplice de coleccionistas, brazo derecho de Samuel Keller, Isabela Mora ha sido la responsable de la puesta en escena y organización de las inauguraciones del Museo Picasso de Málaga y de la ampliación del Prado. Y también ha estado junto al comisario Hans Ulbrich Obrist cuando éste propuso a la Fundación Lorca realizar en la Huerta de San Vicente una exposición que reuniera la lectura de la obra del poeta de artistas muy diversos. "Los coleccionistas son una raza rara", dice. "Viven para hacerse con las piezas que desean y son capaces de las proezas más extravagantes. Es una pasión muy difícil de extirpar y, mientras dure, seguirán durando las grandes cifras que se pagan en las subastas".
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