"El agua es la sangre de los pueblos. No puede ser de nadie"
Con 56 años, menudo y maneras de hombre tranquilo, Óscar Olivera, de origen aimara, nacido en Oruro (Bolivia) y residente en Cochabamba, ha liderado dos revueltas populares contra la privatización del agua y el gas en su país. Este mecánico de una fábrica de zapatos tuvo una decena de hermanos y es padre de seis hijos: el mayor de 32 años y las dos últimas, unas gemelas de siete. Está entregado al sindicalismo y a la movilización social y ha compartido mesas de diálogo con el presidente boliviano, Evo Morales, quien le propuso sin éxito ser ministro de Trabajo; y con el expresidente cubano Fidel Castro, a quien le fabricó unos zapatos de la talla 46 tras dibujar la silueta de la planta de sus pies en un papel. Ahora lucha con la Coordinadora Defensa del Agua y la Vida.
El activista contra la privatización del agua ha inspirado 'También la lluvia'
Su historia, su actuación durante la guerra del agua de 2000 en Bolivia, ha inspirado el filme de Iciar Bollain También la lluvia, que ha visto recientemente por tercera vez en Sevilla, en las jornadas Aguas, ríos y pueblos en defensa de este recurso como derecho humano. "La película muestra mensajes muy importantes para favorecer el cambio. La guerra del agua va más allá de la lucha contra la privatización, trata de que esta es un recurso para la vida, es la sangre de los pueblos, un regalo de la madre naturaleza que no puede ser propiedad de nadie. El protagonista no es el sindicalista, sino el pueblo. Ningún líder es nadie sin este".
Acepta con pudor la invitación en un restaurante cercano a la sede de las jornadas. No le gusta que le sirvan y él mismo pasa sus platos y los de su acompañante a la camarera. Nunca bebe agua embotellada. "Con un euro por una botella pagaría en mi tierra 5.000 litros. Es un problema moral", explica. Aprovecha cuando la conversación pierde el cauce para degustar la verdura y el rabo de toro, que afirma que también se come en Bolivia. Él lo toma con arroz.
Heredó su compromiso social de su abuelo y de su padre, quienes lucharon contra Paraguay por el gas en El Chaco. En la guerra del agua murieron varias personas y hubo más de 300 detenidos. Su liderazgo surgió de la Federación de Trabajadores Fabriles. Se encontró con una sociedad "sin derechos y sin cultura obrera". "Se había impuesto un modelo social y económico en el que nadie confiaba en nadie", recuerda. Poco a poco genera un movimiento social en el que se agrupan desde prostitutas a niños trabajadores, desde comunidades de regantes a cocaleros. En este último grupo empieza a despuntar Evo Morales. Todos se revuelven ante la privatización del agua. "Cada puerta era una barricada", recuerda. El pueblo, sin haber sido informado, se encontró con la prohibición de los sistemas colectivos de distribución; con un aumento del 300% de la tarifa, que obligaba a destinar el 20% del salario a pagar la factura; y con la necesidad de pedir permiso para almacenar el agua de lluvia, motivo del título del filme. El resultado fue que "la gente perdió el miedo". "Ya no está dispuesta a que todo sea mercancía, sabe que los procesos no son irreversibles y que hay que construir un nuevo modelo".
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