"Raquel Welch no fue mi único hallazgo"
Hace un millón de años, Raquel Welch ligera de ropa mojaba sus pies en el alucinante lago verde de Lanzarote, pero los conejeros lo recuerdan como si fuera ayer. Un enorme pájaro prehistórico quería robarles a la bella actriz y salir volando con ella. Nadie estaba dispuesto a que eso ocurriera, así que se prestaron para hacer de extras en la película y apalear al bicho. La escena tuvo que repetirse una vez y otra vez. En qué estarían pensando los lanzaroteños...
"Raquel Welch era una mujer espectacular", dice Juan Brito dejando por un momento reposar el cuchillo y el tenedor. Con recuerdos como ése, la dorada sin sal que está comiendo le debe parecer más sosa a cada bocado. Entonces él -hoy 88 años- era todavía un joven campesino jubilado prematuramente por culpa de un camello. Se recicló como taxista en aquella isla que ya miraba los grandes hoteles con ojos de tío Gilito. Y le tocó en suerte traer y llevar a la actriz de la playa al parador. "Hablábamos poco, lo imprescindible, era amable". Y además, se cambiaba de ropa sin meterse en la caseta dispuesta en la playa. "A ella no le importaba nada, se quitaba todo".
Campesino y taxista, también es el padre de la arqueología de Lanzarote
Pero el hombre que ustedes ven en la foto no es conocido en la isla por eso. No. Juan Brito, don Juan, es el padre del Museo Arqueológico de Lanzarote, donde está "la historia de la isla". Y lo es porque cuando nadie se ocupaba de denominaciones ultraperiféricas, él ya se encargaba de recoger cráneos, cerámicas y todo lo que encontraba en las cuevas al lado de las playas.
Entre risas, los hijos recuerdan que no eran nueve hermanos, sino 10, porque durante un buen tiempo, en el maletero del coche, don Juan acomodó la momia de un guanche, "con pelos y todo". Y su mujer, Isabel, creía que eran cerámicas las dos calaveras que dormían bajo su cama. Habían llegado de las cuevas del Rubicón y esperaban a que un día se abriera el museo.
Don Juan lo guardaba todo y, como prestigioso alfarero que es, dio forma a princesas, jefes y ganaderos, para recrear la mitología de la isla, mitad sacado de su imaginación, mitad de los documentos. Ahora todo eso se expondrá en el Monumento al Campesino, un centro cultural y turístico en el corazón de la isla con el sello de César Manrique, donde los camareros aliñan con delicias gastronómicas los recuerdos del viejo Brito.
Juan Brito participó activamente en aquel movimiento que hoy llaman sostenible y que permitió que Lanzarote sea la isla mejor conservada de todas las Canarias. Cuando los dirigentes políticos mandaron llamar a Estados Unidos al pintor y escultor César Manrique para que pusiera su nombre y sus manos al servicio de la conservación de esta isla, ya algunos, como don Juan, tenían bajo su cama retazos del precioso legado histórico de los antepasados. Hicieron mucho, aunque no pudieron impedir que grandes hoteles asediaran las costas. "Ya no es momento de tirarlos, no debieron construirse, pero han formado parte del desarrollo y recibido a gentes de todo el mundo". Brito no quiere que se construya más y propone una idea: que se apunten los turistas por turnos. Las listas de espera, dice, "contribuirán a agigantar la fama de la isla".
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