Malditos palestinos
Cada día recibimos señales de que Jehová protege al Estado de Israel, que, en su feliz 60 cumpleaños, puede organizar todos los juegos pirotécnicos que le salgan de los tirabuzones. Teníamos ya bastantes indicios acerca de las bendiciones que dicha nación atrae. Y no aludo sólo a la sopa boba que les cae de Estados Unidos en forma de donaciones y ayuda militar y seguimiento ciego; ni a los intentos de borrar de Google la catástrofe palestina -Nakhba-, de la que también en estos días se conmemora el 60 aniversario, puesto que sobre ella se edificó el Estado de Israel. Tampoco hablo del Comité para la Precisión de la Información sobre Oriente Próximo en América (CAMERA, en sus siglas en inglés), cuyas listas de vigilancia de medios de comunicación y periodistas, colgadas en su página de Internet, erizan los vellos (tienen hasta a Oprah y a Marie Claire en su elenco negro) e intoxican que da gloria.
Me refiero a cómo Israel ha sobrevivido, incólume, a la última canallada palestina. Hace dos días escasos, unos jodidos niños, junto con su madre, concibieron la perfidia de desayunar en su refugio del norte de Gaza, precisamente cuando unos proyectiles del Estado judío pasaban por allí, fumigando terroristas. Cuatro de los pequeños y la mamá volaron al paraíso un poco antes de lo previsto: no hay mal que por bien no venga. Ojitos por ojo, podríamos decir. Boquitas a media dentición por diente.
Sabemos cuál es el juego de los medios. Parecía que la prensa iba a volver a cebarse en Israel y en su sobredimensionado cerco a Gaza. Pero un suceso de mayor trascendencia borró a la familia palestina de la actualidad, es decir, de la memoria: el tema del padre (nuestro: occidental) que violó y secuestró a su hija durante más de dos décadas. Eso da mucho más de sí, informativamente hablando.
Jehová, qué grande eres.
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