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Columna
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Heroína

¡Qué gran novela hubiera escrito Dickens con la historia de la infortunada Jade Goody! Al fin y al cabo, él puso su talento al servicio de esos personajes que sufren desde el nacimiento el golpe de la mala fortuna, la falta de amor, la miseria, y que logran salvarse por un giro inesperado.

Es frecuente leer, en los últimos tiempos, que sobra literatura en los periódicos. Pienso que está mal expresado. Lo que falta es rigor o sobra un excesivo afán de arrimar continuamente la noticia a la sardina de cada cual, porque lo que cualquier lector anhelaría es que hubiera un batallón de Dickens, Galdós, Victor Hugo, Bashevis Singer, certificando, a través de la ficción, lo que sus ojos ven a diario. No estaría de más que un escritor, lejos de la literatura del yo y con la generosidad de atender al mundo en el que vive, dedicara una página diaria del periódico a una criatura que a los cinco años ya estaba viendo cómo su padre se inyectaba heroína y que buscó en la televisión algo que sonó a palabrería, "estoy aquí para vivir la infancia que nunca tuve", pero que el inesperado giro trágico de la historia convirtió en triste verdad.

Gordon Brown ha glosado la valentía demostrada por quien, finalmente, sólo ha buscado un futuro decente para sus hijos. Algo más hondo debiera esperarse de un primer ministro. Él, o nuestra propia clase política, debieran preguntarse cuánto hay de fracaso educativo, social e incluso de dignidad arrebatada en esos pobres personajes que se hacen ricos y famosos mostrando la vulgaridad en la que fueron educados.

No sólo fracasan en la escuela pública y sufren las consecuencias de familias rotas sino que entienden como única salida vital la exhibición impúdica de su ignorancia. Y esto no es literaturizar un suceso, es el suceso en sí. Y Jade, la heroína de una novela social.

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