El MIT anima a llevar ideas científicas al mercado
El Deshpande Center mejora el impacto de la investigación en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. De los 80 proyectos financiados, un tercio se han convertido en 'start up'
Las universidades no sólo se deben dedicar a investigar y proporcionar educación, sino también a tener un mayor impacto económico y social, dice Karl Koster, director ejecutivo de la Oficina de Relaciones Corporativas del MIT y del Programa Industrial de Enlace. Koster ha dirigido el taller sobre Ecosistemas de Innovación celebrado durante la segunda jornada del BDigital Global Congress, que se celebra hasta el jueves en Barcelona.
El MIT es un gran volcán de la innovación, donde se generan muchasideas a partir de la investigación básica. En el año 2002, gracias auna donación de 20 millones de dólares, puso en marcha elDeshpande Center, un experimento para mejorar el impacto de lainvestigacióncientífica del MIT. Se está saldando con notable éxito.
Tradicionalmente, a las universidades no les gustan los riesgos nientrar en el ámbito comercial y al mercado no le gusta centrarse en lainvestigación. ¿Cómo impulsar la unión de ambos polos?", se preguntaCharles L. Cooney, profesor de bioquímica y director del Deshpande Center del MIT . El modelo es muy sencillo. Se trata de seleccionar ideas científicas de los alumnos que puedan tener éxito e impacto comercial, con ayuda de especialistas en negocios "porque los académicos no entienden del mercado". Luego, dirigir estas ideas y apoyarlas con pequeñas ayudas y conectarlas con el sistema financiero externo para crear compañías o licenciarlas a empresas ya existentes.
Los estudiantes reciben unas pequeñas becas "de ignición", no mayores de 50.000 dólares al año y por un máximo de dos años. "Es una cantidad suficiente para establecer el concepto y es menos de lo que costaría una persona contratada a tiempo completo en el MIT", explica Cooney. En segundo lugar, entre la invención y la fase de innovación se entregan a los proyectos seleccionados unas ayudas de 200.000 dólares. Por último, la idea ya madurada sale al exterior en busca de financiación para ponerla en el mercado. "Asumimos riesgos, porque arriesgarse no es malo", asegura el director del centro.
3D Imaging Tech
Un ejemplo de esta dinámica de innovación en el MIT es el proyecto 3D Imaging Tech. Inicialmente, se desarrolló una tecnología para la visualización en laboratorio de las turbulencias en fluidos. Se creó un dispositivo muy sencillo que se podía acoplar rápidamente a cualquier cámara digital y proporcionar imágenes tridimensionales en alta definición. Esa idea podía tener múltiples aplicaciones. En el MIT encontraron nada menos que una treintena de posibilidades. La primera propuesta fue como sistema para las cámaras de seguridad tras los atentados del 11-S, ya que permitían capturar la imagen de una persona, aunque fuera de perfil, y reproducirla. "¿A quién no se le hubiera ocurrido también aplicarla a los videojuegos o dispositivos biomédicos?", añade.
Finalmente, encontraron que esta tecnología tenía un uso importante en la proyección de imágenes dentales, un mercado que nunca habrían considerado previamente y que permite a los odontólogos crear una réplica del diente de un paciente con exactitud de micras. Se crea la startup Brontes Technologies y en 2006 fue adquirida por el gigante estadounidense de la innovación 3M. "Es muy importante elegir el mercado adecuado", afirma Cooney.
¿Y cómo se gestiona el riesgo de llevar una idea proveniente de la investigación al mercado durante el proceso de innovación? Una medida es formar a los estudiantes mediante el programa de los I-teams, una oportunidad para que desarrollen estrategias de llevar al mercado las tecnologías del MIT. Que nadie piense que aprenderán a diseñar planes de negocio. Ni muchos menos. "Odio los planes de negocio, sólo los hacen las empresas", asegura Cooney. "En la universidad el problema es encontrar el mercado adecuado para una idea, y de esta forma la posibilidad de éxito sube muchísimo".
El ecosistema universidad-empresa está formado por múltiples componentes que colaboran para gestionar la posibilidad de éxito. Aquí juegan un papel relevante la oficina de licencias de la propiedad intelectual, encargada de liberarlas a las empresas, o las propias tutorías. Los mentores o tutores son voluntarios seleccionados cuidadosamente, algunas veces son ex alumnos del MIT, otras veces son personas que quieren estar vinculadas al MIT. Firman un acuerdo según el cual se comprometen a proporcionar asesoría objetiva y confidencialidad en los detalles, pero no pueden invertir en el proyecto que asesoran para evitar conflictos de intereses, pues en caso contrario dejarían de ser mentores, advierte Cooney.
Parece que su filosofía innovadora ha acertado de pleno. El centro Deshpande ha financiado hasta el momento 80 proyectos (seleccionados entre 450) con 9,5 millones de dólares de inversión. La tercera parte ha progresado al estadio de startups, y 20 de estas nuevas empresas han atraído capital riesgo por valor de 160 millones de dólares, calcula el profesor.
Lecciones aprendidas
Las ideas innovadoras surgen de la plataforma de investigación básica del MIT, no salen espontáneamente, dice Cooney. Cometer errores durante el proceso está bien, el riesgo es positivo, "porque gestionamos los errores y aprendemos de ellos, siempre que se reconozca a tiempo cuándo es un error". Lo explica con un ejemplo personal: "Cuando asciendo a una cima [practica el montañismo], miro mis pies porque estoy centrado en dar el paso adecuado. Si no lo puedo dar, abandono a tiempo y ya volveré a intentarlo porque tendré la oportunidad de hacerlo otro día, ya que el 75% de los accidentes de montaña se producen durante el descenso". El buen objetivo de la innovación es, concluye, conseguir tener impacto en el momento adecuado.
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