La Campus inaugura la era del Terabyte
Miles de participantes comparten casi 200.000 gigas
Danky es uno de los más de 6.000 participantes de la Campus pero en apenas unas horas de Party ya se ha hecho famoso entre sus compañeros. Cuando conectó su equipo a la red interna de los participantes fueron muchos los que tuvieron que frotarse los ojos al ver lo que Danky ofrecía para compartir: nueves terabytes de información que ya vuelan de un ordenador a otro. Los 9.000 gigas de Danky se han sumado al enorme caudal de contenidos que los campuseros están poniendo en común en esta primera jornada de la Campus Party 2007.
En los corrillos de chavales hoy es el día de medir discos duros. La velocidad de conexión que Telefónica ha puesto a disposición de esta pequeña ciudad de internautas permite una velocidad de descarga muy superior a la que cualquier usuario doméstico disfruta en casa y casi todos la están aprovechando desde anoche.
La unidad de medida ha cambiado a lo largo de los años. De los megas se pasó a los gigas y ahora casi todos miden su estancia en la Campus en terabytes. Mil gigas que bajan a un ritmo endiablado y que tienen la luces de los ordenadores parpadeando a toda velocidad desde hace más de 12 horas.
A mediodía el trajín se mueve hacia el catering. La Campus dura una semana a lo largo de la cual no son pocos los que apenas si recorrerán los escasos metros que separan los tres puntos neurálgicos de la fiesta: su ordenador, su tienda de campaña (Google ha cedido más de 2.000) y el enorme comedor en el que el rancho pone cierta coherencia temporal a unos horarios que aquí no se respetan.
La veteranía, un grado
Pasadas las diez de la mañana el ritmo era mucho más pausado. La zona de los stands se había convertido en el reflejo del final de una primera noche agotadora. En las colchonetas sembradas en el suelo por MSN algunos campuseros dejaban caer sus huesos mientras que otros dormían placidamente en el stand de ELPAIS.com y EP3.es. Las azafatas han guardado silencio hasta las once cuando media docena de chavales se han desperezado en los colchones y han emprendido marcha hacia sus puestos.
En las dos enormes salas dispuestas para los campuseros no hay tanto ruido como cabría esperar. La organización ha pedido que no se usen altavoces para no crear en enorme caos sonoro y, entre la luz tenue que arropa a los campuseros se oyen las risas de los que, mientras que ponen sus equipos a descargar, están jugando enchufados a sus auriculares.
Los más veteranos no se han conformado con traer su ordenador y han sumado a su equipaje un asiento cómodo: las sillas de plástico que la Campus presta son harto incómodas y esto no ha hecho más que empezar, quedan muchos días por delante y los avispados se amoldan en sillones mullidos con reposa pies y neverita.
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