Las víctimas del escape de Bhopal buscan justicia 24 años después
Son dos mujeres; una musulmana, Rashida Bee, y la otra hindú, Champa Devi Shukla. Sus destinos los unió la mayor tragedia ecológica industrial de la historia. El escape de gas de la planta de pesticidas de la empresa estadounidense Union Carbide, en Bhopal (India), que en 1984 mató a 6.000 personas. El goteo de muertes se sucede desde entonces y el mayor intento de frenarlo procede de estas dos mujeres, que mañana recibirán el premio Casa Asia.
"Union Carbide se fue dejando enterradas 5.000 toneladas de residuos tóxicos, que han envenenado la tierra y el agua, y siguen matando a cientos de personas y provocando malformaciones", declara Rashida. Ella ha visto morir a varios miembros de su familia. "Queremos que nunca más vuelva a repetirse ese horror", señala Champa Devi, uno de cuyos cinco hijos se suicidó en 1992, desesperado por el daño que aquel gas, isocianato de metilo, causó a sus pulmones.
Rashida, de 52 años, y Champa, de 56, se conocieron en uno de los talleres de encuadernación que creó el Gobierno indio para calmar la furia de las decenas de miles de víctimas. "Las mujeres del taller me pidieron que fuera a hablar con el Gobierno cuando después de tres meses nos redujeron la paga de 150 rupias (tres euros, al cambio actual) a seis rupias", afirma Rashida.
El dolor le dio coraje y, junto con Champa, inició una lucha sin cuartel contra la irresponsabilidad de la empresa, que en 2001 fue comprada por la también estadounidense Dow Chemical. Su primer gran reconocimiento llegó en 2004, cuando ganaron el premio Goldman de Medio Ambiente, cuyos 100.000 euros utilizaron para fundar Chingari Trust y abrir un centro en el que atienden a 150 niños.
Las dos mujeres realizaron en febrero pasado su tercera marcha a pie desde Bhopal a Nueva Delhi (900 kilómetros) y se sentaron a las puertas del Gobierno para que las recibiera el primer ministro Manmoham Singh. Tras seis meses de acampada acabaron en prisión, donde permanecieron 17 días. "Los galardones nos dan fuerza para seguir", señala Rashida, que considera "vergonzoso" que el Gobierno indio no haya puesto en práctica la sentencia del Tribunal Supremo indio de 2004 que exigía desintoxicar la tierra. Para Champa, "lo más indignante" es que Nueva Delhi "anteponga a sus ciudadanos las inversiones extranjeras y no quiera reclamar a Dow Chemical la retirada de los residuos tóxicos".
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