En el terremoto de Japón se liberó tensión acumulada durante cientos de años
Científicos nipones estudian el antes y el después del seismo con los datos de GPS
Grandes terremotos de magnitud 9, como el registrado en el Noreste de Japón el pasado 11 de marzo, sólo se habían producido hasta entonces en unos pocos lugares del planeta, como Chile, Alaska, Kamchatka y Sumatra. No había, por lo tanto, registro de un seismo así en esa zona de subducción nipona, donde la placa tectónica del Pacífico se introduce bajo la de Ojotsk, con la única posible excepción de un gran terremoto -y tsunami- en el 869 a.C., cuya magnitud no se ha podido estimar con precisión, explican unos científicos japoneses. Ellos han analizado el reciente seismo, denominado de Tohoku-Oki, con los datos de GPS tomados antes y después del 11 de marzo para conocer con precisión los desplazamientos del suelo. La tensión de las placas liberada en el terremoto se había acumulado durante cientos de años y se produjo una deformación de 400 kilómetros a lo largo de la zona de subducción nipona, con una anchura de unos 200 kilómetros. Esa tensión acumulada es muy superior a la media, afirman Shinzaburu Ozawa y sus colegas, todos ellos de la Autoridad de Información Geoespacial de Japón, en la revista Nature.
Los terremotos se producen esencialmente en las zonas donde se juntan las grandes placas que forman la corteza terrestre y que no son estáticas sino que se desplazan. En algunos lugares, las placas rozan entre si, al desplazarse una en un sentido y otra en el contrario, como en la famosa falla de San Andrés (California), mientras que en otros, como en este caso de Japón, una placa se desliza bajo la contigua, presiona y llega un momento en que la placa, relativamente rígida, no aguanta más tensión y se fractura, desencadenando un terremoto.
"El Noreste de Japón ha sufrido muchos terremotos interplaca de magnitud 7 a lo largo de la fractura japonesa donde la placa del Pacífico se introduce [y presiona] bajo la de Ojotsk a un ritmo de entre 73 y 78 milímetros por año", explican los investigadores. "Sin embargo, no se había registrado instrumentalmente a lo largo de la fractura de Japón terremotos interplaca de magnitud superior a 7.5 desde 1923, excepto en zona más septentrional, donde ha habido seismos de magnitud 7.9 y 7.6. No hay registro histórico de seismos de 8.5 en la fractura desde el siglo XVII".
Los investigadores han analizado las deformaciones del suelo asociadas al terremoto Tohoku-Oki, basándose en la situación de antes y después del mismo con los datos registrados con el sistema japonés Geonet, de observación de la Tierra con GPS, y concluyen que los valores de los desplazamientos en el terremoto son más de un orden de magnitud superiores a los registrados en seismos previos de magnitud 7 y 8 en la región. Se produjo un deslizamiento de hasta 27 metros cerca del área del epicentro. En esta zona el fondo marino se desplazó hasta 24 metros y se elevó unos tres metros, señala en un comentario en Nature el experto Jean-Philippe Avouac, del Instituto Tecnológico de California (Caltech), quien recuerda que el mayor terremoto jamás registrado alcanzó una magnitud 9,5, en 1960, por la ruptura de más de mil kilómetros de la frontera entre placas que se extiende a lo largo de la costa meridional de Chile.
En cuanto al tsunami desencadenado por el seismo Tohoku-Oki y que asoló la costa nipona, Ozawa y sus colegas señalan que estudios geológicos recientes sugieren que gigantescas olas de este tipo han azotado repetidas veces la costa nororiental de Japón con intervalos de aproximadamente 800 a 1.100 años.
"La ciencia de los terremotos ha entrado en una nueva era con el desarrollo de tecnologías espaciales para medir la deformación de la superficie en los bordes de las placas tectónicas y las largas fallas", destaca Avouac. "Japón ha estado a la vanguardia de la puesta en marcha de estas tecnologías, en concreto con el desarrollo, hace unos 15 años, la red GeoNet de estaciones que registra continuamente los datos de GPS".
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