"Esos señores actúan como en tiempos de la Inquisición"
"Como en una nube". Resurrección Galera, expulsada de su trabajo hace 10 años por casarse por lo civil con un divorciado, vive la sentencia del Constitucional con sentimientos encontrados. Ha sido una larga batalla judicial, "una terrible pesadilla".
Por el camino ha quedado una depresión en el primer año tras el despido, además de la ruina económica inicial. "Y un ir poco a poco construyéndonos, mi marido y yo, una vida distinta de la que teníamos pensada". "Lo que de verdad importa es que esos señores [se refiere a los obispos, sin citarlos] no pueden salirse con la suya ni tratar a las personas como si estuvieran en tiempos de la Inquisición", afirma ahora.
Resurrección Galera cumplió 36 años cuando fue despedida. Ahora tiene 46 y una hija de cinco años, Carolina, "rubita alemana por su padre". Se refiere a Johannes Romes, su marido, con quien regenta una casa rural en Níjar, el cortijo La Alberca. "Lo compramos en el año 2000, contando con mi sueldo de profesora y los ingresos de mi marido como traductor. Cuando perdí el trabajo, todo se vino abajo, hipotecados, sin una ocupación, todo negro en mi vida". La jornada ha sido emocionante, desde que a media mañana Johannes le comunicó que había sentencia. "Yo estaba arreglando las habitaciones porque hoy no venía la limpiadora, y me costó creerlo. Hace tanto tiempo que espero. Así que estoy como en una nube, sin hacerme a la idea".
La profesora Galera confiesa ahora que, de haberlo sabido, en lugar de casarse "hubieran seguido de novios para no tener problemas con el obispo". "Yo, en mi casa; y él, en la suya, hasta resolver los papeleos", dice. Pero se alegra de haber formalizado las relaciones con Romes ante el Estado mientras se anulaba el primer matrimonio católico del marido. "Así me lo dictaba la conciencia católica. No imaginé que esa decisión iba a costarme el trabajo. Ser profesora de religión era toda mi vida".
Por eso decidió estudiar Teología en el Instituto Teológico San Indalecio, en Almería. Poco después, el Obispado le concedió la DEI (Declaración Eclesiástica de Idoneidad), recuerda aún con orgullo.
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