La realidad de la alimentación orgánica
A finales del pasado mes de julio, la Food Standards Agency del Reino Unido ha hecho público su informe sobre la comparación de la composición en nutrientes entre productos de la agricultura y la ganadería orgánica y la convencional. Es una revisión bibliográfica de artículos sobre esta temática publicados en revistas sometidas a revisión por evaluadores. Para confeccionarlo se han analizado 162 artículos publicados en el período entre 1958 y 2008 que recogen 3.558 comparaciones de composición nutricional de distintos productos de la agricultura y la ganadería. De la lectura del informe se deducen dos cuestiones importantes. La primera, la rigurosidad del trabajo realizado por el panel de siete científicos independientes dirigidos por el profesor Alan Dangour, uno de los nutricionistas más respetados en la Unión Europea. La segunda que del análisis de todos los datos se deduce que no existen diferencias significativas entre la composición nutricional de los alimentos convencionales y los orgánicos. No se analizan en este informe las diferencias en contenido en pesticidas o la mayor presencia de micotoxinas, y patógenos intestinales, ventajas e inconvenientes respectivamente, de los alimentos orgánicos sobre los convencionales. Probablemente cuando estos datos se analicen generarán resultados similares a los de este informe, ya que las diferencias descritas en algunas publicaciones científicas carecen de significado biológico, en un sentido y en otro.
Para un tecnólogo de alimentos como el que escribe estas líneas los resultados del informe no resultan sorprendentes. Confirman lo que desde hace años conocíamos. Lo que resultará atractivo es ver cómo reaccionan los defensores o detractores de la agricultura orgánica. Me aventuro a opinar que los primeros dirán que los autores del informe ignoran datos, aunque si llega este caso habrá que recordarles que los datos que faltan son datos faltos de control publicados en revistas de divulgación o en trípticos publicitarios. Los segundos afirmarán que la agricultura orgánica no tiene sentido. No comparto ninguna de las dos posturas. Defiendo a los autores de este informe al mismo tiempo que creo que la agroalimentación orgánica debe existir porque es deseada por un sector de los consumidores. Es cierto que dicho sector es mínimo y se corresponde con personas que han hecho del ecologismo su religión o con miembros de la clase media alta con poder adquisitivo que parecen muy preocupados por el medio ambiente y su salud. Con respecto a los primeros no tengo nada que objetar, ya que cada uno es libre de tener fe en lo que juzgue oportuno siempre que no interfiera en la vida de los demás. Sobre los segundos, tan sólo decir que no soy especialista en agricultura y por lo tanto no sé si la orgánica es más respetuosa con el medio ambiente, aunque la mayoría de colegas que entienden de esto ponen muchos matices a esa afirmación. Lo que si tenía claro, y ahora con el informe que nos ocupa aun lo tengo más, es que los que venden productos orgánicos y los políticos que defienden este sector de la agricultura, no deberán seguir publicitando bondades para la salud humana. Lo contrario sería intentar engañar al consumidor.
Daniel Ramón Vidal es profesor de investigación del CSIC
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