El ocio ahora se queda en casa
Menos salir a bares o al cine; más comida a domicilio, videojuegos y 'teles' planas - La crisis acelera la tendencia hacia lo hogareño
En España hay más de 350.000 restaurantes y bares. La tasa de uno por cada 130 habitantes duplica la de la mayoría de los países europeos. ¿Puede sostenerse ese número cuando el dinero escasea? La cultura del ocio está tan firmemente implantada que los primeros compases de una crisis económica no van a derribarla. Ahora bien, hay ocio más caro y ocio más barato: el que supone salir, frente al que pueda conseguirse en casa. Y todo hace indicar que, a falta de dinero, es el momento para el ocio hogareño. Una tendencia de fondo, relacionada con la globalización y el abandono del estilo de vida mediterráneo, que la crisis económica no ha hecho más que acelerar.
Está más que claro que el ciudadano medio gasta menos fuera de casa. Varias patronales regionales de hostelería hablan de caídas de la facturación superiores al 10%, y de numerosos cierres de establecimientos. En Murcia, Castellón o Cádiz hablan de caídas de hasta un 50% en el consumo para la temporada navideña. Sin embargo, Telepizza batió el pasado 20 de diciembre, durante el Barcelona-Real Madrid, su récord absoluto al servir 2,5 millones de pizzas a domicilio. Sufren los restaurantes que ponen mantel, pero McDonald's prevé en España la apertura de 70 nuevos establecimientos hasta 2010.
Los videojuegos "sociales" están pensados para la diversión en grupo
Los juegos de mesa son una alternativa: vuelven el 'Cluedo' y el 'Monopoly'
La mensajería instantánea y el móvil modifican los hábitos sociales
"Es una tontería sentarme en una disco con gente de la que no sé nada"
Ni la Nochevieja se salvó. El número de permisos solicitados para organizar fiestas de fin de año en Madrid, Valencia o Canarias fue la mitad que en el ejercicio previo. El fenómeno tiene muchos refrendos internacionales: entre los "ganadores de la crisis", el diario británico The Times citaba al presidente del grupo Reckitt Benckirser, principal fabricante de jabón lavavajillas del Reino Unido, ante el aumento de sus beneficios porque se dejó de cenar fuera de casa.
La asistencia al cine ha caído un 11% entre enero y noviembre, con muchas salas en apuros. Y el consumo de televisión ha despegado a pesar de que otras pantallas, las de ordenadores o móviles, le roban protagonismo. En 2008 cada español vio 3 horas y 47 minutos de programación televisiva, cuatro más que en el ejercicio anterior.
No es difícil encontrar ejemplos entre los jóvenes. Rocío Pérez, de 27 años, trabaja como ayudante de realización en una cadena televisiva. Tiene contrato sólo hasta febrero, y no sabe si se le renovará. Aunque la situación de su pareja, Javi, no es preocupante, admite: "La crisis, quieras o no, por supuesto que me influye, cuando salir dos personas supone un gasto tan grande". Las reuniones en casa con amigos se han convertido para ella en la alternativa: cena -"mi plato estrella es el solomillo de cerdo a la pimienta"-, sesión de juegos -"de mesa en mi casa, videojuegos en las de mis amigos"- y charla. En ocasiones, una reunión para ayudarse entre todos "para hacer chapucillas en las casas, como pintar o poner tarima", o alguna fiesta de disfraces.
Como ella, muchos jóvenes ahora han convertido la reunión casera en su primera opción los fines de semana, mientras que la salida se reserva para una ocasión más extraordinaria. Fernando Moreno, profesor de 36 años, anda, por ejemplo, descubriendo los juegos de mesa, ha creado una lasaña con canela y miel que califica de "legendaria" y asegura estar tan cansado por su labor cotidiana que tiene como elección más frecuente quedarse viendo un DVD con su chica, Montse.
Fernando tiene más motivos para reducir sus salidas: su insatisfacción con el nivel de la hostelería. "Sobran sitios en los que te pasas el rato preguntándote por qué te odia ese camarero que acaba de conocerte. Y faltan, por ejemplo, cafés en los que sentarse tranquilamente unas horas a leer o escribir". Rocío no da tanta importancia a este factor, pero señala que, de un tiempo a esta parte, "vayas donde vayas, te tomes lo que te tomes, por muy baja calidad que tenga el establecimiento, te sale por un ojo de la cara".
El profesor de Sociología de la UNED Manuel Javier Callejo añade otro factor a la ecuación: la mejora en las casas. "Hace treinta años, los hijos compartían habitación. Hoy hay menos personas por casa, y éstas son más grandes; quienes están sacrificados en una hipoteca tienen menos dinero, pero a cambio están más a gusto en casa, y quizá necesitan menos escaparse, como nos ocurría a los de mi generación".
También han variado los hábitos sociales. "Antes, para estar en el mercado de las relaciones, había que dejarse ver. Hoy es posible mantener un contacto permanente a través del móvil y la mensajería instantánea", apunta Callejo. Los tres millones de usuarios de menos de 25 años que se estima que tiene la red social Tuenti, por ejemplo, pueden conocer las compatibilidades con posibles candidatos de ligue antes de verse en persona. Una usuaria de estos servicios de 17 años, que prefiere mantener el anonimato bajo su nick Sara_La_Shica, explica el proceso: "Si un chico tiene gustos como los míos, escribe cosas normales por el Messenger y me envía una foto que me pueda creer, al final me apetecerá verlo (...). Es tontería sentarme en una disco, gastando dinero, y que se vaya acercando gente de la que no sé nada".
Con un 60% de los hogares españoles conectados, y cada internauta navegando más de 12 horas a la semana, el pico de consumo se produce a horas de salir, después de las diez de la noche cuando quienes se conectan son, en un amplísimo porcentaje, población joven.
A estos factores suma Callejo lo que califica como "la mercantilización del ocio casero". Si antes una tarde en casa se resolvía con una baraja de cartas de publicidad y unos frutos secos, hoy "existen empresas poderosas que tienen su mercado en el hogar". Además, "cuando se hacen inversiones en videoconsolas, también existe de alguna forma en el consumidor la necesidad de rentabilizarlas y la aparición continua de nuevas ofertas de ese tipo de ocio resulta tentadora".
En España son numerosos los sectores de ocio para consumo casero que ofrecen a la crisis buena cara, y que se están aprovechando de la coyuntura. Pero el que saca pecho con más frecuencia, y con cifras muy contundentes de su lado es el de los videojuegos. El sector creció en 2007 un 50% y, pese a la crisis, se estima que lo hará al menos un 10% este año.
Ante las Navidades, las distintas empresas del sector han acumulado estudios para demostrar su posición. Por ejemplo, uno encargado por Microsoft -propietaria de Xbox 360- a YouGov señala que el 54% de los españoles piensa quedarse en casa durante la Navidad para ahorrar dinero, y en su mayoría buscarán regalos que permitan el ocio compartido. Electronic Arts, por su parte, solicitó a Demoscopia una encuesta que señala que los videojuegos son el regalo preferido para un 37% de los españoles. Lo que resulta más significativo es que un 72% de los interrogados de entre 15 a 49 años considera que son la mejor opción por poderse compartir con amigos y familia.
El hecho que seguramente ha supuesto el gran cambio en la consideración social de los videojuegos es la eclosión de los llamados casuales o sociales, en los que realmente la diversión procede de jugar varias personas juntas. La principal impulsora y beneficiaria de este fenómeno ha sido Nintendo, que ha colocado a su consola Wii como primera en ventas, pero las otras plataformas se han ido sumando paulatinamente, sin olvidar éxitos comunes como los de los juegos musicales -Guitar Hero, Rock Band, Singstar...-. Un dato significativo al respecto es que, además, los videojuegos son relativamente baratos: con un precio medio de 40 euros y una duración media de 15 horas, un rato con la familia puede salir por 2,7 euros por hora para todos, eso sí, una vez hecha la inversión en la consola o el ordenador.
Los juegos de mesa son citados también con frecuencia como una alternativa en las fiestas. Muy significativamente, la casa Hasbro ha reeditado este año la práctica totalidad de sus clásicos en versiones actualizadas: Risk, Monopoly, Cluedo, Scrabble... Aunque la empresa no da cifras sobre las ventas, admiten que la tendencia les es favorable. Como dato adicional, este año han aparecido en España cuatro nuevas editoras especializadas en juegos de mesa.
María Mira, responsable de la tienda especializada Ocio Ingenium, sí admite que las ventas tienen un crecimiento sostenido. Y añade: "Seguimos lejos de las cifras europeas, puesto que la cultura de este tipo de juegos está mucho más implantada fuera". Además de los aficionados fieles, destaca las crecientes visitas de personas que buscan dejarse aconsejar: "Me piden un juego que no sea conocido ya, que les pueda valer para la pareja, pero también si tienen invitados. Y que tenga reglas sencillas, para que la explicación no se prolongue". Los precios vienen a estar en torno a los 30 euros, con lo que resultan muy fáciles de amortizar.
Antes de cualquier juego o videojuego, la máxima tentación es una buena cena. Aunque ha crecido la facturación de las cadenas de comida rápida -la web La Netro señala que se elevaron un 50% las búsquedas en su página de este tipo de establecimientos-, muchos prefieren homenajear con sus propias creaciones. Aurora García, profesora de la escuela de cocina Cooking Club, afirma que si bien el número de alumnos no ha llegado a doblarse, sí se ha incrementado muy significativamente. "No sólo por aprender a cocinar, sino también para conocer gente afín, como forma de relacionarse...", señala.
Las peticiones de sus clientes van por dos caminos: la primera, saber cómo pueden prepararse grandes cantidades de comida de forma sencilla, para llevarse en la tartera al trabajo. "La cuchara tradicional es la reina en este sentido", dice. La segunda, aprender platos con los que sorprender a los amigos. "Pero no complicados; la nueva cocina me temo que está de capa caída en los hogares. El otro día, por ejemplo, un alumno me dijo que no tenía tiempo para ir a comprar cardamomo a Lavapiés, así que era mejor que les propusiera algo más sencillo".
El último elemento en cualquiera buena velada íntima sería, al menos para los que tienen compañía, el sexo. Y la venta a domicilio de productos eróticos también goza de buena salud, según una de las principales empresas de tupper-sex españolas, La Maleta Roja. Su responsable de mercadotecnia, Roland Hallmaier, admite que tuvieron "un parón en la actividad en noviembre, como si todo el mundo se hubiera asustado". "Pero no damos abasto en diciembre, no llegamos a todas las peticiones", agrega. El ritmo de crecimiento de su facturación en el último año ha oscilado entre un 20% y un 30%; ya cuentan con 230 asesoras que llevan a cabo un promedio de tres reuniones semanales, sólo para mujeres, en las que las asistentes gastan una media de 35 euros. "Es algo menos que antes, pero a cambio tenemos más eventos. Hablé hace meses con un fabricante de cosmética erótica que es nuestro proveedor, y me aseguró que a nuestro sector nunca le afectan las crisis. Por el momento, nosotros lo confirmamos", concluye Hallmaier.
La gran duda está en determinar hasta qué punto este cambio de hábitos son coyunturales o definitivos. Para Rocío Pérez, "en cuanto la situación se normalice, volveremos a los hábitos de siempre, porque salir sí que nos gusta". Sin embargo, es difícil estimar hasta dónde llegará la recuperación. Ignacio Buqueras y Bach, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios, insiste en que el cambio puede ser definitivo en la línea de "europeización" que su organismo lleva años preconizando: "La ciudadanía es cada vez más consciente de la necesidad de unos horarios más racionales, más humanos y más próximos a los europeos".
El profesor Manuel Javier Callejo asegura que "no puede sostenerse que a la salida de las ciudades haya un centro comercial a cada kilómetro, ni tiene sentido que cualquier noche de sábado haya atascos en la M-30". "Todo forma parte de unos hábitos que ya son inadecuados, como el horario de almuerzo de dos o tres horas. Es una pausa que corresponde a los tiempos en que se iba a casa, algo imposible hoy en las grandes ciudades. Y cada vez se va a comer menos de restaurante. Para despachar lo que llevas en la tartera bastan 15 minutos; estar dos horas de café para luego salir tarde y empalmar con las copas es un absurdo".
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