Hacia un mundo más tierno
En Barcelona un sacerdote dona un riñón a un paciente hospitalizado en la Fundación Puigvert. Agradecida, la emocionada esposa de este hombre postrado dona uno de sus riñones a un enfermo del hospital Virgen de las Nieves en Granada y, conmovida, la esposa de este otro enfermo dona uno de sus riñones a una mujer que llevaba, en un centro barcelonés, tres años y medio esperando el trasplante.
La cadena podría haber seguido hasta dos o tres pasos más en el sistema sanitario y solo la incompatibilidad orgánica impidió seguir tejiendo este rosario, tan altruista como significativo de lo que es emblemático hoy, a principio de este nuevo (nuevo) siglo XXI.
Hace apenas 10 años el uno, individualista e hipermoderno, conducía al aislamiento narcisista, al lujo de la singularidad del yo y de su estética cocooning. La crisis, junto a todos sus factores subterráneos está transformando el panorama. Como con el colesterol hay una crisis mala, asesina, y otra crisis buena, altruista. No es posible concebir un futuro de supervivencia sin cooperación, no hay progreso sin redes.
No es posible concebir un futuro de supervivencia sin cooperación, no hay progreso sin redes
Los libros y artículos sobre la nueva "edad de la empatía" empezaron a editarse hace dos años (Frans de Waal. The age of empathy, Random House, 2009) y ahora el mismo Jeremy Rifkin que siempre está a la que salta va siendo traducido a decenas de lenguas con su libro La civilización empática (Paidós, 2010).
La cuestión pertinente sería especialmente esta: ¿cómo puede hacerse frente a los problemas del mundo y a la superación de una supercrisis tan general sin la colaboración de todos? Las redes sociales son una importante metáfora del conocimiento tanto de los nuevos amores o las agitaciones árabes como los tsunamis radiactivos con atención, temor y solidaridad internacionales.
La globalización que bajo el imperio de la explotación fue tan burdamente denostada posee, en sus derivas las inspiraciones de otra humanidad que trabaja conjuntamente, pair to pair, de igual a igual, para encontrar nuevas soluciones de progreso. Las soluciones de progreso mejores puesto que ya la concepción egoísta y piramidal mata o despide un intoxicante tufo del mal pasado.
Ni Estados Unidos ni la gran Rusia, ni el jefe autoritario ni el presidente absoluto -berlusconiano o no- son personajes de nuestro tiempo. Fantoches ya de una era donde el macho fue el rey y las explotaciones industriales, con estruendos de bielas y fuego de hierros fueron norma.
Del tronante motor de explosión se pasa al sigiloso motor eléctrico y del músculo de los gimnasios con pesas se llega a las suaves aguas de los spas y la elástica de los pilates. Todo el mundo, social y económico, cambia desde el paradigma del esfuerzo ensangrentado a la azulada luz de la empatía. Desde la cólera del mandamás a la serenidad desvestida de látigos y, en el futuro, desde el trabajo cargado de heridas a la vocación desligada de ambiciones cruentas.
En el arte, en la política o en el sexo la empatía es la clave de una felicidad inesperada. ¿Provocaciones en las exposiciones artísticas, en las ruedas de prensa pospartido, en el mitin de Vistalegre o en La Fura dels Baus? Todo esto fue la moda capital de otro tiempo, ridículas posiciones del pasado obsoleto. Ni los padres mandan, ni los maestros castigan, ni los políticos son ya capaces de avasallarnos sin consecuencias.
La masculinidad del Ejército y sus emblemas ha sido sustituida por las meriendas de mujeres en las cafeterías, al rudo altavoz de las consignas metafísicas ha seguido la ternura candente del riñón prestado. Ni tuyo ni mío. La positiva transformación de la humanidad no la patrocinan ya los líderes con el sexo duro y erecto, sino la compartida vagina de la empatía donde cabe la húmeda, solidaria y tierna recreación del mundo.
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