El gran duque luxemburgués pierde poder al no firmar la ley de eutanasia
El Gran Ducado de Luxemburgo evitó ayer in extremis una crisis constitucional al optar por reformar la Carta Magna y reducir el poder del gran duque Enrique ante su negativa a sancionar la ley que legaliza la eutanasia. Enrique alega "problemas de conciencia" ante el proyecto, que está a punto de concluir un periplo parlamentario de siete años y contra el que votó el propio primer ministro, el democristiano Jean-Claude Juncker. "Con matices, yo tengo los mismos problemas, pero creo que si la Cámara de Diputados ha votado una ley, la ley tiene que entrar en vigor", dijo Juncker.
Para escapar al choque con la voluntad popular, Luxemburgo le ahorrará la obligación de aprobar un texto antes de que sea promulgado. Juncker anunció que se sustituirá la palabra "sancionar" por la de "promulgar" en el artículo 34 de la Constitución.
Luxemburgo es un país profundamente católico. Tras años de debate, con una sociedad dividida, con la oposición del estamento médico y de los democristianos del Gobierno y con una ajustada mayoría de 30 votos a 26, el proyecto de ley fue aprobado en primera lectura el 19 de febrero. Llegado ahora el momento de la definitiva votación, Enrique, de 53 años, ha hecho saber a los líderes parlamentarios que sancionar la ley viola su conciencia.
Con la finta constitucional el Gobierno estima que se evita el conflicto moral y político. El proyecto sigue los ejemplos belga y holandés, únicos países de la UE que, desde 2002, han legalizado la eutanasia.
El incidente recuerda al que en 1990 protagonizó su tío, Balduino de Bélgica, al que su conciencia le impedía sancionar la ley del aborto. Una hábil maniobra gubernamental, que reconoció durante unos días su incapacidad para reinar, permitió promulgar la ley.
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