El fármaco que sacudió África
Pfizer afirma que el medicamento denunciado por Nigeria es un potente antibiótico que se usa todavía en EE UU
La epidemia de meningitis que en 1996 asoló el norte de Nigeria dejó impensables secuelas en toda África. La muerte de 10 niños y los 100 pequeños afectados con otras dolencias (ceguera, sordera, parálisis), que el Gobierno del país africano atribuye a un fármaco de Pfizer, ha llenado de desconfianza hacia las multinacionales las políticas sanitarias del continente.
"No sabemos a qué se deben esas secuelas, pero desde luego no puede ser a nuestro medicamento. Cuando la Organización Mundial de la Salud nos pidió ayuda en 1996 para frenar la epidemia de meningitis que había en Nigeria, ya habíamos probado el Trovan [un potente antibiótico] en 5.000 pacientes. Lo que hicimos fue adelantar los ensayos, y se consiguió una tasa de supervivencia del 94,4%, frente al 93,8% del otro producto que se estaba utilizando", afirmó ayer un portavoz de la multinacional a EL PAÍS. "Salvamos muchas vidas. El medicamento se aprobó poco después en Europa y EE UU. En la UE se retiró a los tres meses, porque se abusó de él y se dieron problemas hepáticos -nada que ver con lo que dice el Gobierno de Nigeria-. En EE UU se sigue usando como tratamiento hospitalario para infecciones severas", insiste el portavoz.
Pero aquellas supuestas secuelas, que el Gobierno nigeriano ha tardado más de 10 años en denunciar, marcaron las relaciones entre los países africanos y los grandes laboratorios. Las ONG locales, y también las internacionales, pusieron todo su celo en evitar que hubiera lo que ellos catalogaron como falta de ética en unos ensayos clínicos que se llevaban a África -y, peor aún, a niños- cuando en los países ricos no se permitían. La historia inspiró la película El jardinero fiel.
La lucha contra el sida fue la que más se resintió. En 2003, en la Conferencia sobre Sida en África de Nairobi (Kenia), el fantasma de las muertes de Nigeria fue una constante. Organizaciones como la Iniciativa Internacional para una Vacuna contra el Sida (IAVI en inglés) o Médicos sin Fronteras trabajaban para crear redes de apoyo comunitario a las iniciativas sanitarias, para evitar los recelos de aquella experiencia.
En 2005, en Botsuana, la Fundación Secure the Future (con fondos de otra multinacional, BMS) desarrolló un programa de tratamiento de sida infantil basado en "encontrar una respuesta africana al sida". A regañadientes, algunos responsables de la iniciativa explicaban que habían tenido que empezar por ensayar desde cero en la población local los medicamentos que a partir de 1996 se usaban en EE UU o en Europa y que habían conseguido frenar la mortandad por el VIH. Fueron los últimos efectos secundarios del fármaco de Nigeria.
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